El físico Sergio Rodríguez ha advertido de la necesidad de complementar los parámetros con los que se mide la contaminación en las ciudades, dado que cuando se analiza la calidad del aire no se tienen en cuenta las partículas ultrafinas que emiten sobre todo los vehículos.

Sergio Rodríguez, investigador del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña (Tenerife) y de la Universidad de Huelva, explica que las concentraciones de partículas ultrafinas en las ciudades son muy elevadas y la legislación no establece límites para su concentración en aire ambiente.

Las partículas ultrafinas emitidas por los automóviles están formadas, sobre todo, por gotas de ácido sulfúrico, hidrocarburos condensados y hollín, éste último potencialmente cancerígeno. Se trata de azufre procedente del carburante, restos de combustible y aceite sin quemar, y carburante que no ha sufrido una combustión completa.

Aunque hay cierto conocimiento del origen de una buena parte de esas partículas, se desconocen muchas cosas, como, por ejemplo, la cantidad de gotas ultrafinas de ácido sulfúrico que se puede formar en el escape del automóvil, algo que parece que depende mucho de las condiciones del aire ambiente.

Además, falta por evaluar el impacto que pueden tener otro tipo de emisiones, como las industriales y las de barcos. En lo relativo al impacto en la salud, se considera que la fracción insoluble de las partículas ultrafinas que alcanza el torrente sanguíneo (vía inhalación) puede hacer de núcleo de condensación de grasas que promuevan el desarrollo de arterosclerosis (endurecimiento de los vasos sanguíneos)

Aunque se sospecha que estas partículas participan de los efectos cardiovasculares atribuidos a la contaminación atmosférica, se está lejos de tener una visión global de todos los efectos ligados a la exposición a partículas ultrafinas.

Este investigador considera que es preciso recabar más información sobre la naturaleza de estas partículas, es decir, identificar sus fuentes, composición y concentraciones típicas en ciudades y sus efectos globales en la salud.

Asma e infartos

Sergio Rodríguez explica que cuando se estudia la calidad del aire en las ciudades la legislación establece que se utilice como criterio la concentración de partículas PM 10 y PM 2,5 (con un tamaño inferior a 10 y 2,5 micras, respectivamente), pero no se tienen en cuenta las ultrafinas o nanopartículas (por debajo de 0,1). Una micra es una parte entre un millón de un metro y una nanopartícula una parte de mil millones.

Los parámetros para estudiar la calidad del aire se han establecido porque los estudios epidemiológicos han puesto de manifiesto que hay una clara asociación entre los niveles PM 10 y PM 2,5 en las ciudades y los ingresos hospitalarios por enfermedades cardiorrespiratorios, sobre todo asma e infarto.

Ante esos estudios, tanto la Comisión Europea como la Agencia de Protección del Medio Ambiente de los Estados Unidos establecieron valores límite para las concentraciones en aire ambiente de estas partículas PM 10 y PM 2,5. Esas partículas, en general, proceden de la industria, la producción de energía eléctrica, los automóviles, y según un estudio del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, también de la sal marina y la calima.

El estudio en el que se basa Rodríguez se ha llevado a cabo en la capital tinerfeña y se observa que durante 2008 la concentración media de partículas PM 10 fue de 30,6 microgramos por metro cúbico, de los que 8,7 eran materia mineral, 7,5 de origen marino, 1,4 de la refinería, 3,3 de los barcos y 3,2 de los automóviles. La contribución de los automóviles parece pequeña en proporción, pero al medir las partículas ultrafinas durante el mismo periodo se observa que sí hay relación entre su aumento y el número de vehículos que transitaron esos días por la avenida de Anaga de Santa Cruz.