Con la satisfacción del deber cumplido, pero con una sensación de tristeza ante la miserable situación del pueblo de Haití, devastado por el terremoto del 12 de enero, cinco integrantes de la organización Bomberos sin Fronteras abandonan este sábado el país caribeño y regresan a España.

Iban a ser entre quince y veinte días, pero han terminado su trabajo en diez y hoy parten para España, donde cada uno de ellos volverá a su puesto en los cuerpos de bomberos de Tenerife, Vigo, Málaga, Cuenca y Palma de Mallorca, de donde proceden.

Uno de los integrantes del grupo, José Torres, de Vigo, se muestra apenado ante la situación de los haitianos. "Viven en la más absoluta miseria. No hay dignidad para estas personas", señala el bombero, de origen uruguayo.

Su colega de Tenerife Manuel Cruz coincide con Torres en lamentar la situación en la que se encuentra Haití.

"Me voy con una sensación de impotencia. Aquí se necesita mucha ayuda coordinada de todo tipo de recursos: de abastecimiento, sanitarios y humanos para canalizar toda la ayuda".

Las dificultades en la coordinación de la ayuda han sido una de las críticas constantes que se han lanzado contra la ONU tras el terremoto, que causó 217.000 muertos y 300.000 heridos.

Esas críticas son compartidas por Torres, quien asegura que la ONU ha sido lenta para organizar toda la distribución de los recursos humanitarios, a pesar de los obstáculos con los que se encontró por la pérdida de cerca de un centenar de sus integrantes y de su edificio en el terremoto.

"Ellos tienen capacidad suficiente para gestionar la emergencia en dos días", dice.

Un ejemplo de esta descoordinación, según indica Damián Soriano, es la falta de un departamento de Naciones Unidas donde se gestione la asistencia a los equipos humanitarios. "Todo funciona a base de contactos personales".

Este tipo de contactos fueron los que permitieron a los integrantes del equipo poder quedarse con miembros del ejército uruguayo que amablemente les acogieron en sus instalaciones cuando fueron obligados a marcharse del lugar en el que se habían instalado sólo un día antes.

Durante su estancia en la capital haitiana, el grupo ha realizado múltiples tareas, como labores de potabilización de agua, trabajos de rescate y misiones de tipo logístico.

Aunque no forma parte de su trabajo, también han repartido un centenar de tiendas de campaña para realojar a entre ochocientas y mil personas, aunque cuando las distribuyeron se dieron cuenta de que hacían falta muchas más y ya hay otras 300 en camino que, de todos modos, serán insuficientes, explica David Aragón, uno de los bomberos.

Otro de sus cometidos ha sido realizar un informe que revela la vulnerabilidad de algunas zonas donde la gente habita en las laderas de las montaña, expuesta a deslizamientos del terreno que pueden venir acompañados de avalanchas de agua y barro cuando comiencen las lluvias.

Los bomberos españoles creen que se ha dado una falsa imagen de Haití, y en particular de su capital, Puerto Príncipe, cuando se ha hablado de un lugar violento y peligroso.

Para ellos el ambiente es de tranquilidad, no han encontrado gente violenta.

"Tras un terremoto es normal que la gente se ponga nerviosa, pero en cualquier país desarrollado se producirían comportamientos más agresivos en un caso como este", comenta José Torres.