En poco tiempo pasará a ser historia. El edificio amarillo ubicado en la entrada de la calle Miraflores, cuyo estado de deterioro había ido aumentado con el paso de los años, será derribado para construir en el espacio que ocupa un nuevo inmueble.

Así lo confirmaron ayer fuentes municipales, unos días después de que cerrara el último negocio que, a pesar de la precaria situación del edificio, se mantenía con actividad: el bar La Granadina.

Según las mismas fuentes, el inmueble ha sido adquirido por una conocida empresa tinerfeña, cuya intención es demoler el actual inmueble y levantar otro en ese espacio. Aunque aún no existe proyecto presentado en el consistorio, el planeamiento permite en esa zona el uso residencial.

Ayer, la imagen externa del edificio de dos plantas, cuya trasera da a la calle Ramón y Cajal, dejaba entrever cuál va a ser su futuro, con una valla metálica alrededor de todo el perímetro.

Esta protección se suma a la que, desde hace años, hay en varios balcones de la segunda planta, que los anteriores propietarios se vieron obligados a colocar por la caída de cascotes. De hecho, los dueños fueron sancionados por el ayuntamiento debido al mal estado que presentaba la construcción.

Con el cierre de La Granadina, del inmueble que está en la puerta de entrada a la conocida vía de la capital solo quedan tres carteles. Uno de ellos, de otro conocido bar -cerrado desde hace décadas-, el Niágara, y el de una imprenta, Disoprin. Todos ellos pasarán, en pocos meses, a la historia reciente de la capital.

En el caso del número 9 de Miraflores no se producirá, en todo caso, la polémica que sí existió unos números más arriba con el derribo de otras casas de este ámbito, pues no se trata de una construcción catalogada.