El alcalde de Santa Cruz de Tenerife, José Manuel Bermúdez, ha inaugurado hoy la exposición retrospectiva "César Manrique en Santa Cruz. César Manrique en el mundo", en un acto en el que ha dicho que el artista lanzaroteño fue un "martillo" contra la degradación del medio ambiente y un agitador de conciencias.

Durante la inauguración de la exposición, a la que han asistido, entre otros, el presidente de la Fundación César Manrique, José Juan Ramírez, y el hermano del artista, Carlos Manrique, el alcalde ha indicado que se trata de recordar la figura de un canario universal, y ha reconocido que cualquier homenaje a Manrique es modesto en comparación con su obra y su legado.

Pero, ha señalado el alcalde, Santa Cruz de Tenerife no puede quedarse al margen de los actos que se han organizado con motivo del veinticinco aniversario del fallecimiento de César Manrique, y por ello se quiere contribuir a recordar la relación que el artista tenía con la capital tinerfeña.

La exposición está en la conocida como Casa de la Pólvora, en un entorno que, ha comentado José Manuel Bermúdez, pertenece a César Manrique, pues está próximo al parque marítimo que diseñó y lleva su nombre, y al lado de la estatua del artista en reconocimiento a la ciudad.

José Manuel Bermúdez ha destacado que César Manrique puso toda su pasión en la transformación de un entorno que estaba muy degradado y vio en esa zona una oportunidad para crear arte, y ha recordado que también está cercano el palmetum, que era un vertedero y se ha convertido en un "oasis" de biodiversidad.

El alcalde ha dicho que César Manrique era un "soldado de infantería en la batalla de las ideas, un abanderado en la defensa de la naturaleza, un martillo contra la degradación del medio ambiente y un agitador de conciencias".

En palabras de José Manuel Bermúdez, el artista lanzaroteño también era un ser humano con una vitalidad desbordante y con un lado optimista arrebatador, así como una persona querida por el pueblo y un personaje temido por el especulador.

El presidente de la Fundación César Manrique, José Juan Ramírez, ha recordado que el artista se consideraba un ciudadano del mundo y que estaba convencido de que por medio del arte y la cultura se puede contribuir a la felicidad de los seres humanos.

José Juan Ramírez ha opinado que debe mantenerse viva la llamada de César Manrique a proteger el territorio, así como apostar por la calidad frente a la calidad y luchar para que el turismo "no nos devore", y trabajar con sentido del control del crecimiento porque "no siempre más es mejor".

El hermano del artista lanzaroteño, Carlos Manrique, ha recordado que cuando eran niños iban a pescar en la caleta de Famara mientras él pescaba César dibujaba y se cabreaba cuando subía la marea y le tapaba los dibujos.

La exposición cuenta con contenidos multimedia, un conjunto de paneles informativos y una unidad didáctica pensada para la visita de escolares.

Con motivo de este evento, el consistorio municipal ha restaurado una de las obras mas emblemáticas del artista conejero en la capital, Homenaje a Santa Cruz, una obra de 15 metros de altura, 9 metros de ancho y 6.5 toneladas de peso.

La escultura se localiza en las inmediaciones de la Casa de la Pólvora, en donde se ubica la exposición, al encontrarse también en el entorno de la mayor obra civil de Manrique en la capital, el Parque Marítimo, que consta de 22.000 metros cuadrados y está formado por un lago de 7.800 metros cuadrados situado en torno a una isla, con jardines, tres piscinas y cascadas.

También destaca la escultura del artista titulada Anatomía de un barco, que data de 1966 y esta ubicada en la Escuela Náutica de la capital, consta de 12 metros de largo, con una altura de 3.6 metros y metro y medio de profundidad.

La compuso con materiales de viejos pailebotes y goletas que estaban en los varaderos del Puerto capitalino, y en el bar restaurante de su interior, también llevo a cabo la escultura Máquina para la Mar, un ensamblaje artístico en el que las piezas pertenecían a motores de la flota artesanal canaria que faenaba en los caladeros saharianos o mauritanos que esperaban su desguace.