Roque Bermejo, Chamorga, La Cumbrilla, Lomo de Las Bodegas y Las Casillas. O sea, Punta de Anaga. La historia de esta comarca anaguense en el siglo XX se superpone en buena medida a la figura y la obra de Manuel Rodríguez Cruz, entre otras muchas cosas principal promotor y alma máter del cementerio de la zona. Como tributo y homenaje, 22 colectivos de Anaga, encabezados por Roque Chinobre, de Chamorga, y Los Pedacillos, de El Suculum, más 403 firmas de vecinos a título individual, han solicitado (el pasado 2 de junio) que una plaza en su caserío natal de Chamorga lleve su nombre. La iniciativa pretende "hacer justicia a su memoria y a su tiempo. Y de paso rescatar la historia de los pagos en el siglo pasado".

Manuel Rodríguez Cruz (5 de octubre de 1905-15 de mayo de 1995), vecino, propietario y alcalde pedáneo de Punta de Anaga entre 1937 y finales de la década de 1940 merece los honores, según la extensa y detallada relación de fundamentos que acompaña la petición por los "esfuerzos, compromisos y acciones realizadas".

Era nieto de Domingo Cruz, vecino y alcalde de Igueste de San Andrés, así como emigrante de gran fortuna, quien tras retornar de América con sus hermanos , adquirió medio Mayorazgo de Punta de Anaga (de Roque Bermejo a Igueste) a la familia lagunera de los Ossuna. Manuel también cruzó el charco con menos fortuna material, pero su inquietud intelectual le llevó a aprender a leer y escribir de la mano de un humilde carretero.

Intentó cumplir su sueño de ser farero o torero, pero un accidente que le postró en la cama lo privó de ello. Tras recuperarse se centró en gestionar las propiedades y negocios familiares en paralelo a una formación autodidacta.

Por esa época, finales de los años 20, surgió su inquietud por ayudar a los vecinos en medio de la miseria y el aislamiento. Medio millar de personas que carecían de todo, salvo lo que les daba la tierra. Con viejos e impracticables caminos para comunicarse, sin escuela y sin un cementerio en el que enterrar a sus muertos.

Esos fueron los grandes objetivos para Manuel. Sobre todo el camposanto. Aprovechando la costumbre de la compra de votos durante la época de Alfonso XII y la Restauración, los vecinos le pusieron precio al sufragio: 4.000 pesetas "para nuestro cementerio." Pero fueron engañados y la frustración les llevó a "construirlo nosotros mismos". Con un papel clave de Manuel en las dos décadas siguientes.

El cementerio de Santa Modesta de Las Nieves de la Punta de Anaga fue una obra colectiva y vecinal, proyectada, dirigida, coordinada y ejecutada por Manuel Rodríguez Cruz, quien inició las primeras gestiones en 1929. Los terrenos los cedió un vecino, Manuel Rodríguez Hernández, que colaboró estrechamente en la obra.

A partir de julio de 1934 se iniciaron los primeros trabajos y, tras salvar varios escollos, la obra era ya una realidad en 1937, pero sin los permisos de las administraciones para la apertura. Fue otra lucha que hubo que librar con Manuel al frente. Sus numerosas gestiones y su tenacidad consiguieron que el 27 de diciembre de 1937, a las ocho de la mañana, se pudiera dar sepultura a Modesta de las Nieves, la primera vecina enterrada en el nuevo camposanto.

El coste de la obra ascendió a 1.331,16 pesetas y el total recaudado para ella solo de 854,20. La diferencia fue sufragada por Manuel: 476,96 pesetas.

No fue la única gestión que llevó a cabo en aquellos convulsos años, bajo la Monarquía de Alfonso XIII, la II República, una dura Guerra Civil y la posterior Dictadura. Desde fletar alimentos y ropa de Santa Cruz a Roque Bermejo a impulsar comedores infantiles, la Primera Escuela Mixta, el muelle-embarcadero de Roque Bermejo, la mejora de los caminos, las dos ermitas... En todo estuvo detrás.

A finales de los 40 dejó todas sus obligaciones y se estableció en San Andrés, donde ayudó a su esposa , Chana Cabrera, a abrir en 1952 una escuela para niñas.

Entre las actividades privadas sobresalen la construcción del Cine de San Andrés o en 1969, con 64 años, sacar en Madrid el título de Director de Escuelas de Conductores para abrir la Autoescuela Anaga en la calle Isla de la Gomera del barrio de Salamanca. Luego colaboró en hacer realidad la construcción de la carretera entre El Bailadero y Punta de Anaga.

Su pasión fue siempre la tierra y la agricultura. Austero, caballeroso y honrado, le dio trabajo a muchos vecinos. Conocido y estimado. Cordial, amable, generoso y preocupado por los demás. Pero siempre humilde y alejado de los actos sociales. El retrato de un hombre, pero también de una época, el siglo XX, y de un lugar, Anaga.