"Prohibido rendirse". Con ese lema intenta acabar Carlos Darias todas sus intervenciones. Y lo hace consciente de la importante carga que tienen esas dos palabras. No en vano lo afirma alguien al que no le importa reconocer que se ha asomado en varias ocasiones al lado oscuro de la vida. De ahí la importancia de su mensaje.

Hace apenas dos años, con 38, sufrió un ictus mientras desarrollaba su labor como guarda de seguridad en el centro de menores de Valle Tabares. Ahí comenzó su particular calvario, aunque también parte de su liberación. Por partes.

El ataque le produjo pérdida de visión en un ojo y le afectó a la movilidad de los labios. Del primer aspecto aún le quedan secuelas "muy dolorosas". Del segundo ha logrado recuperarse, en parte.

No obstante, la peor afección no fue en su rostro, pues desde ese momento lucha contra una depresión que solo olvida sobre una bicicleta. Ahí consigue su salvación. "Me refugio en la bicicleta", dice.

Según cuenta, prometió a Dios que si no se moría, ayudaría, en adelante, a todos los niños -es padre de una niña de nueve años- que pudiera y que tuvieran necesidades por culpa de alguna enfermedad. Siempre a pedales. Y así lo ha hecho.

Comenzó a entrenar -antes solo era un aficionado a la bicicleta al que le gustaba el fútbol-, y en 2016 completó la primera ruta solidaria alrededor de la isla de Tenerife. Lo hizo con el fin de recaudar fondos para "Juanito", un pequeño de Los Silos afectado por el síndrome de Apert.

Tras esa llegaría otra por La Gomera con la asociación del futbolista del Tenerife "Vitolo", y luego una más por El Hierro en busca de recursos para comprar una prótesis para Robertito.

La última ruta la completó en La Palma, en este caso para recaudar dinero para Liam, un niño de La Orotava afectado por una enfermedad rara: Tay-Sachs. Sin duda, la experiencia más dura desde el punto de vista emocional, reconoce Darias. Tanto que aún se conmueve al recordar el caso de este pequeño.

Pero llegarán más. La intención de este ciclista solidario, que se costea todos sus gastos, es completar una ruta en cada isla, incluida La Graciosa. Lo hace por él, y por los niños. "Quiero darle a entender a la gente que siempre puede salir adelante. Me pongo como ejemplo", remarca el joven del barrio de La Salud, al que su fuerza de voluntad le ha ayudado a superar el trance vivido.

"Los médicos se preguntan cómo con el tratamiento que tengo puedo sacar fuerzas para estar sobre la bici", comenta.

Por si existen dudas, el pasado miércoles subió al Teide como parte de la preparación de su siguiente reto: la vuelta a la isla de Gran Canaria, en este caso para recaudar fondos para la asociación Pequeño Valiente, que atiende a pequeños con cáncer.

Después vendrá Lanzarote, luego... Siempre en bici, a pedales, sin lados oscuros.