Desde anoche, Santa Cruz ya tiene Casa del Carnaval, como dijo el alcalde, José Manuel Bermúdez, satisfecho por cumplir una promesa de décadas. Tras los discursos de los presidentes de Canarias y del Cabildo, y del regidor municipal, el edil de Obras, José Alberto Díaz-Estébanez, daba la bienvenida -"por fin", dijo- a la Casa del Carnaval. Hola y adiós, porque tras un más de un año de trabajo y una inversión de 324.000 euros, deja su gestión a la Sociedad de Desarrollo, con apoyo de Fiestas.

Los tres políticos reivindicaron la "especialidad de la casa": el Carnaval. Bermúdez, como un tributo a las generaciones que se han entregado a la fiesta, y Clavijo, porque se hace justicia con la ciudad y Canarias. Sorprendió Carlos Alonso, que tocó el corazón al recordar a Enrique González y Manolo Monzón, padres de las murgas y comparsas de Canarias; al Charlot de Tenerife, o a "Suspi", entre otros.

El espectáculo comenzó según accedía el público al exterior del recinto por una alfombra azul entre los personajes populares de la fiesta. A las nueve y media sonaron por la megafonía las nueve campanadas del reloj del Cabildo, y discurso de los políticos. Luego, el alcalde, con un silbato que le entregó una niña, marcó el ritmo a la batucada, y los comparseros tomaron la Casa, desde la cubierta y entre cañones de confetis, sello de Enrique Camacho, director de la apertura.

Llegó el momento esperado: adentrarse en la Casa, la "punta del iceberg" del Carnaval, como definió el recordado gerente Juan Viñas al alcalde días atrás unas instalaciones de 1.100 metros cuadrados edificados en una parcela de 9.000 junto a las Torres de Cristal, en el barranco de Santos, con posibilidades de ampliar una segunda planta. Actuaron de padrinos de la inauguración el diseñador de la reina 2017, Jorge González, y el creador más laureado de la historia, Leo Martínez.

En la Casa del Carnaval se descubren dos polos de atracción: la sala polivalente, que permite hasta presentaciones de libros, o la exposición "fija", con los disfraces de los primeros premios de Interpretación y Presentación de murgas adultas e infantil, comparsas, rondallas y agrupaciones musicales, más ocho pantallas con vídeos, dos más para fotos que envíen disfrazados los carnavaleros y otra de gran formato. Se suman varias gafas 3D que permiten al visitante sumergirse en el mismo Carnaval. Entre ambas salas, el nexo, un espacio habilitado para el traje de la reina 2017. Completan la Casa la galería con los carteles anunciadores originales desde 1962 y que enlaza las dos salas, más la sede de un futuro centro de investigación, en la parte alta. Completa la oferta la cafetería, con nombre pero aún sin adjudicar: "Échate alguito"; en inglés, "coffee".

Entre los "peros", la exigua muestra con la que se despacha a las rondallas -con un traje de Fregolinos y unos cancioneros- o la ausencia de referencia a las agrupaciones coreográficas. No es una Casa para ver disfraces sino para conocer el Carnaval desde el soporte audiovisual, con ocho vídeos de cinco minutos de diferentes facetas, o las gafas 3D. Solo por este recurso merece visitar la Casa.

Enamora el homenaje a Enrique González, con su batuta, la sandunga o su último disfraz; o la maleta de polizón en la que "trajo" Monzón las comparsas. Más joyas: trajes de reinas, "Eterna Primavera" (El Cabo, 1982), inmortalizada en un sello, que conserva los confetis de su proclamación; o la de 1979, "Fantasía de mandarina", de Justo Gutiérrez: gustó tanto a César Manrique, jurado entonces, que obligó a que fuera reina si querían que firmara el acta: aunque era el más votado, al ser de una firma comercial -Boutique Juan II- solo podía ser Princesa de la Fantasía. Al final, fue reina por César. O "Tajaraste", la reina de reinas (Leo Martínez, 1987).

Una Casa que abre el corazón y revive las anécdotas, abierta al público el día 3, de lunes a domingo, de 9 de la mañana a 19 horas, gratis durante tres meses.