Diego y Djama son dos de los seis inquilinos actuales de la antigua fábrica Celgán de Tío Pino. Hace más de seis meses se anunció el derribo por seguridad, pero sigue en pie y los sintecho han vuelto. La insalubridad, con un olor nauseabundo y ropas o enseres acumulados, reina en el recinto. "El domingo tuvimos que tapar el techo con corchos por el agua". Un charco preside aún uno de los salones.