La sola posibilidad de que las 144 casas de la barriada de José Antonio sean reubicadas en el espacio que hoy ocupa La Candelaria, que sería reconstruida en unos aparcamientos que se localizan justo enfrente de ambos grupos, suscita el más enérgico rechazo de sus propietarios, hasta el punto de que ya han impulsado una campaña de recogida de firmas, con la que pretenden llegar "a las 10.000 adhesiones contra nuestro traslado", dijo Consolación Pacheco "Chelo", presidenta de la Comunidad de Propietarios 144 Viviendas.

En el barrio, según sus habitantes, "se respira un ambiente de abatimiento e incertidumbre", pues al anuncio de cambio en el PGO para hacer la reposición en otro emplazamiento se une "la asignatura pendiente que es la rehabilitación de hace dos años". Señaló que "nos engañaron y la dejaron a medias, a pesar de que muchos pagamos por ello".

Estos trabajos "nos han dejado peor", dice Chelo, quien señaló que "incluso se nos dijo que se pintarían las fachadas pero eso no fue así, porque nos dejaron a medias".

A los bajantes que instalaron en la zona atribuyen "los mosquitos que ahora tenemos, así como unos olores a aguas residuales que invaden las azoteas" y, también, el hecho de que, "si antes teníamos ratas, ahora notamos más su presencia, pues al hacer los bajantes más anchos, corretean a sus anchas de un lado para otro, y se oyen detrás de las paredes".

Además, señalan que "a consecuencia de los andamios que anclaron a los muros superiores, las azoteas están destrozadas, algo que repercute incluso en que el agua de lluvia se cuele en las casas y los edificios empeoren".

Chelo señaló que "aquí somos 144 viviendas repartidas entre 16 portones en tres bloques, donde nos sentimos profundamente decepcionados", pues añadió que como consecuencia de "esta rehabilitación deficitaria, hay vecinos que han tenido que volver a hacer una inversión para hacer obras, pues han aparecido grietas y humedades que, o bien no estaban o no se hizo lo correcto para que no volviera a aparecer".

El coste de esta rehabilitación por familia fue de 387,63 euros, "aunque algunas se sabía que no podían pagar, por sus carencias económicas, para a las que se ofrecieron las ayudas sociales, hasta la fecha no las hemos visto".

Además, señaló que entre los impagos se reflejan personas que se quedaron paradas y que aún siguen en esta situación y sin ingresos, así como aquellos los que desde un principio se negaban a abonar cantidad alguna.

En este barrio, según la presidente de la comunidad de propietarios, "el 50% están parados y la otra mitad son pensionistas", una realidad que, señaló, "hace pensar en que la reposición será muy difícil de llevarla a cabo".

Ene este sentido, lamentó que sobre este proyecto "no se nos haya dicho ni consultado nada".

Por ello, advirtió que "nos vamos a mover y seguiremos pidiendo firmas, así como el apoyo de instituciones y asociaciones de vecinos, pues no se ha arreglado nada".

Chelo remarcó que para el bario de José Antonio "no vemos un futuro muy claro, pues no nos gusta el emplazamiento que se baraja para nosotros y, por supuesto, tampoco hay ningún tipo de ayudas para que podamos salir de la situación actual".

Gastos y más gastos

José Acosta y su mujer, María Dolores Melián, viven en una angosta casa, en un bajo de uno de los bloques, junto a otros seis familiares, y en cuyas paredes "las humedades siguen saliendo, porque, simplemente, -señaló- no hicieron nada". A media altura se ven los restos de su intento por ocultar las manchas y lo que ya se ha desprendido, pues señala que "después de la rehabilitación, por la que esperamos mucho tiempo, hemos tenido que gastar mucho más dinero para reponer las carencias, porque nos dejaron mal las tuberías del agua, los azulejos están llenos de grietas y las paredes las dejaron que da pena". Este vecino aseguró que "la broma de dejarme mal las tuberías me ha ocasionado ya un gasto de más de 169 euros, por pérdidas de agua". Lamentó que mientras que a su casa se le ocasionó a tantos problemas, él solo cobra 700 euros de pensión para atender a todos los miembros de su familia, incluido un hijo que sufre atraques epilépticos. Habita en esta casa desde el año 1952, pero señala que los dos últimos años "han sido un infierno" y reclama ya sus nuevas casas, "para ver si nuestro hijo Juan ya puede tener su habitación".