HABLAR de mi Santa Cruz del alma y no mencionar al mar insondable de las Islas, el emblemático Atlántico, no sería justo. Nacimos frente al mar y frente a ese mar ha transcurrido la mayor parte de nuestra vida. Sentimos un profundo dolor al no ver en su sitio a la vieja Farola, símbolo luminoso para los navegantes. Aquella que inmortalizaran Los Sabandeños en su inigualable música. Aún recuerdo con nostalgia aquellos reportajes de EL DÍA, con el título de "El puerto es lo primero". El muelle, nuestro querido muelle, del que tantas veces zarpamos, dejando atrás a nuestra isla, esa isla con rumor de caracolas, como cantase don Luis Diego Cuscoy. Recuerdo aquellas tardes cuando recorríamos toda la balaustrada del muelle hasta el final en amigable charla con los amigos, o cuando vimos más de una vez zarpar la motonave "Marqués de Comillas", conocido como "el machuco y limpia" atiborrado de soldados, a una guerra entre hermanos. Una vez más, Caín y Abel a gran escala.

¡Qué emoción se siente cuando se abandona la Isla y la alegría inmensa al volver al redil como la oveja perdida! En la marcha de los soldados a la tristemente recordada guerra civil, cuando era niño, pero siempre sempiterno observador, vi en la cubierta del "Marqués de Comillas" al Dr. Juan Vidal Torres, palmero, amigo de la familia y que me había operado de amígdalas y pólipos nasales. Lucía en su guerrera las estrellas de teniente de complemento. Gran persona, a quien vi por última vez un día de misa en la Parroquia de la Concepción capitalina y vatamos con la benevolencia de mis hipotéticos lectores con naves emblemáticas que días ya lejanos en el tiempo contemplé en algunos momentos históricos de mi vida o me llegó de su existencia. La visión del Puerto producía solaz y alegría, paz de espíritu. Aquellos bares cercanos de grata memoria, el Bar Atlántico, tardes para el recuerdo, y el Kiosco de la plaza del Duque de Santa Elena, conocido por "Los Paragüitas". Cuando el práctico del Puerto, experto conocedor de la dársena, guiaba al buque hasta dejarlo atracado al viejo muelle. Y vayamos ya con el recuerdo de algunos buques que no podremos olvidar. Ya hicimos mención al "Marqués de Comillas" que zarpaba y volvía a zarpar atiborrado de soldados del Ejército que iban a encontrarse con su destino en una guerra fratricida que nunca debió llevarse a cabo. El recordar la silueta marinera del buque-escuela Juan Sebastián Elcano navegando a todo trapo en busca de nuevos mares, en una permanente formación de nuevos marineros. En plena guerra civil, un acorazo inglés de la Royal Navy surto en el Puerto capitalino, avistó en alta mar con la avioneta que poseía el acorazado republicano "Jaime I" que venía a bombardear la capital tinerfeña. Ya mis abuelos se aprestaban para refugiarse en el Norte de la Isla y mis padres amparados en la bandera argentina del buque escuela, la fragata "Libertad", marcharnos a la Argentina, patria de mi padre por nacimiento y nacionalización. Pero el buque pasó de largo y todo volvió a la calma.

Durante la II Guerra Mundial estuvieron fondeados aquí dos buques cargueros italianos, en la dársena frente a la playa de San Antonio. Solo recuerdo el nombre de uno de ellos "Teresa Schiaffino".

Ambos capitanes aprendían alemán en el colegio de la calle Enrique Wolfson, al mismo que yo acudía en clases nocturnas mientras aprendía esa difícil lengua en el Bachillerato. Recordar que ya había sido alumno de ese modélico centro los años 37 y 38. Evocar otros buques que yo tomé en muchas ocasiones. El Ciudad de Melilla, Villa de Madrid, Dómine, Ciudad de Palma, Ciudad de Cádiz, Capitán Segarra, Ciudad de Palma, Ciudad de Valencia, Ciudad de Alicante y un largo etcétera. No olvidar "los correíllos". Viera y Clavijo, La Palma, Lanzarote, Hierro y La Palma. Con estos recuerdos he querido plasmar a un puerto de mar, el mío, que siempre llevaré en los entresijos del alma. Y he dejado para el final, lo que yo considero la "joya de la corona" por cuestiones sentimentales. Siendo alumno del Colegio Alemán arribaron a Santa Cruz dos buques que yo visité como alumno del citado colegio, "El Robert Ley" una enorme motonave fabricado por el Gobierno alemán para sus obreros en una organización llamada "La fuerza por la alegría". Visitamos el buque y fuimos gratamente obsequiados. Otra visita fue al buque-escuela "Albert Leo Schlaggetter", nostálgica visita donde nos ofrecieron un grato desayuno, y no va más.