YA HE MANIFESTADO en varias ocasiones el desinterés que nos producen muchos acontecimientos a medida que envejecemos. La época de los descubrimientos, la de buscar nuevas ilusiones que nos animen la vida, la que está signada por la curiosidad, poco a poco va desapareciendo y nos encerramos en una rutina de la que sólo en ocasiones podemos evadirnos. Y no porque deseemos esa situación. Muy al contrario. El talante del ser humano, con su inteligencia, siempre está buscando experiencias y sensaciones que enriquezcan su alma, pero el modus vivendi que hemos elegido nos lleva por otros derroteros. Sin darnos cuenta, agobiados por las preocupaciones que el día a día nos trae, nos vamos distanciando de los demás y nos limitamos a lo que nos importa.

Viene lo anterior a cuenta para justificar mi absoluto desconocimiento de los planes de estudio que están en vigor en la actualidad. Hasta unos años después de terminarlos recuerdo decir, al mencionar el bachillerato, que yo pertenecía al plan del 38, pero con el paso de los años han sido tantos los planes que se han implantado -probablemente uno por ministro- que acabé despreocupándome del asunto. La Logse, la Loce, la ESO... han logrado que los padres de mi generación estemos perfectamente desinformados de lo que han estudiado nuestros hijos... y nuestros nietos. No me da rubor decir que ignoro cuáles son las asignaturas que se estudian en los Institutos -por cierto, ¿se siguen llamando así?-, aunque me da la impresión de que la formación humanística apenas existe. No hay más que ver la incultura que se palpa en cualquier ambiente -incluso entre los jóvenes con posibilidades económicas para forjarse una buena educación-, sin que ya resulte llamativo descubrir que nuestro interlocutor de turno ignora quién fue Velázquez, Garibaldi, Jefferson o las circunstancias que posibilitaron el descubrimiento de América.

Justificado con lo dicho anteriormente, no resulta extraño que desconociera qué había sucedido con las enseñanzas musicales en los planes vigentes. Sí recuerdo una serie de artículos que se escribieron hace unos cuantos años y que mencionaban la supresión de los conservatorios, la potenciación de escuelas que ocuparan el papel que aquellos hasta entonces habían desempeñado, para así permitir una selección que eligiera a los mejores; es decir, a aquellos que tenían de verdad una vocación musical que no debía ser retrasada por una "masa" que sólo se matriculaba en el Conservatorio porque sus padres así lo deseaban. Ignoro -ya dije antes que estas cosas dejaron de interesarme hace tiempo- si el resultado del nuevo plan de estudios ha dado el resultado que sus autores preveían, pero me atrevo a decir que sí a la vista de la experiencia que tuve hace unas semanas: la asistencia a un concierto en el que intervinieron los alumnos de la Escuela Municipal de Música (EMM) de Santa Cruz de Tenerife.

El espectáculo duró casi dos horas y en él intervinieron más de doscientos alumnos -ya de por sí tiene mérito impedir que tan elevado número de críos se comporte adecuadamente en un teatro-, agrupados en actividades tan diversas como piano, violín, marimba o una sorprendente y afinada orquesta y un coro juvenil y adulto. El público, que abarrotaba el teatro Guimerá, aplaudió de manera entusiasta, cosa lógica si tenemos en cuenta que la mayoría de los asistentes eran padres que deseaban resaltar la actuación de sus hijos.

Y aunque la razón de este artículo era alabar la gran labor que está realizando la mencionada -y, para mí, ignorada- EMM, sí quiero destacar igualmente algo sorprendente: la Escuela tiene más de seiscientos alumnos y, según me han dicho, es una especie de semillero del Conservatorio. No sé cómo están compaginados ambos centros -es decir, si los estudios en uno permiten el acceso al otro mediante la convalidación de algunas asignaturas-, pero, sea como sea, que haya tantos chicos que demuestren interés por la música es realmente sorprendente. Lo mismo digo de que haya más de seiscientos padres que piensan en la necesidad de que sus hijos establezcan contacto con el mundo musical.

Por otro lado, no está de más ponderar adecuadamente la labor que está realizando la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento capitalino, que espera la terminación de las obras que se están realizando en la antigua casa de Sixto Machado para establecer en ella la definitiva sede de la EMM. En el lamentable panorama que espera a la cultura, parece que el futuro de la música en nuestra ciudad va a salvarse.