VOY a dedicar el escrito de hoy a lo que para mí fue, es y será el teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife. Teatro que llevo, al igual que esta ciudad atlántica, prendido en lo más recóndito del alma. De bella construcción durante el reinado de Isabel II, en 1851, se yergue majestuoso, esbelto, desafiando el paso inexorable del tiempo, entre Imeldo Serís y Valentín Sanz, conservando a su derecha el edificio que sirvió de mercado en el Santa Cruz de antes. Poseo una obra del acreditado escritor y ex alcalde de Santa Cruz don Francisco Martínez Viera, que fue propietario de la librería La Prensa, entre Castillo y Suárez Guerra. Su título, "Anales del teatro de Tenerife"; muy interesante su lectura. Hoy y aquí, para los que me honren con la lectura de estas mal hilvanadas líneas, relatarles cómo ocurre el comienzo de mi perdurable afición al teatro. Y así, a vuela pluma, va lo siguiente.

Creo recordar que la primera obra que yo presencié fue una zarzuela titulada "Los dragones", y la cantaba un tenor tinerfeño, Ramiro Arnay. Más tarde fue la zarzuela "La tabernera del puerto", por Escuela de Arte, genialmente interpretada por Libertad Álvarez y José B. Falcón. Cuando mi recordada amiga Luisa Estany cantó "Marina" en el Guimerá yo aún no acudía regularmente al teatro.

Este espacio hasta 1946 me resulta difícil de llenar. ¿Qué ocurre ese año? Que anuncia su visita el gran barítono Marcos Redondo, cumpliendo así un deseo que se culminaría veinte años más tarde, con una sólida amistad que perduraría hasta su muerte y después de esta. Ya el gran Marcos había estado en Tenerife en 1929. La noche que cantó "Los gavilanes" estaban mis padres en el primer coliseo. Mi madre ya estaba en estado de gestación de este humilde escritor. Seguro que al escuchar la voz del que sería un ídolo debió de dar saltos de gozo en el claustro materno. Muchos fueron los espectáculos de todo tipo que yo pude disfrutar. Revistas musicales, zarzuelas, comedias, dramas, cantantes, solistas incluso de música ligera (ya dije que a mí me gustaba todo lo que sonase bien).

Y, ahora, con el permiso de mis hipotéticos lectores, voy a citar a vuela de pluma y sin orden sólo cuando las ideas y los recuerdos afloren en mi memoria, que es el único legado que recibí de mis ancestros. De cantantes recuerdo al gran Marcos Redondo (1946 y 1948), la compañía de zarzuela de José Calvo de Rojas y Emilio Salanova, con Amparito Puerto, Adelina Salanova, José Baño, el tenor ligero Esclapés, Reyes Millán y un largo etcétera; el tenor Cristóbal Altube y Marimí del Pozo; una obra para el recuerdo, "Las golondrinas", del maestro Usandizaga, en una genial interpretación de Marcos Redondo. Otra para el recuerdo, la ópera "Lucia di Lammenmoor", de Donizetti, en la incomparable voz del, a mi juicio, mejor tenor lírico de todos los tiempos, el canario Alfredo Kraus, a quien tuve el gusto de saludar en su última actuación en el Guimerá. Compañías de revistas también vinieron a Santa Cruz y nos hicieron disfrutar, tales como "Doña Mariquita de mi corazón", "Luna de miel en El Cairo" y otras. La genial actuación de Antonio Machín, a quien ya conocía de mi etapa en Salamanca. Un auténtico genio en su tipo de música. Y vamos con el teatro hablado: Enrique Borrás (un genio, el mejor), María Guerrero (sobrina de la genial doña María), Pepe Romeu, como actor genial, también fue cantante y actuó como tal en etapa anterior en el Guimerá; Narciso Ibáñez Menta, Pepita Serrador, Alejandro Ulloa, Carlos Lemos, Társila Criado, etc.

Cantantes famosos he visto en otros teatros: Montserrat Caballé, en "Norma" (teatro Pérez Galdós); José Carreras, en "Tosca" (teatro de La Zarzuela-Madrid); Plácido Domingo, Vicente Sardinero (también en el Guimerá) y Jaime Aragall, en el Gran Teatro del Liceo, en Barcelona. Al tenor Aragall también le escuche en el Guimerá y en el teatro Leal de La Laguna. En esta misma ciudad y teatro, al genial barítono italiano Piero Capucilli, en "Tosca", y en acto de concierto cantando una romanza de la ópera "Andrea Chénier", del músico Giordano, y a este divo ha sido el único en mi larga vida que he prodigado un ¡bravo!

Recordar que a Marcos Redondo lo vi por última vez en el año 1953, en el teatro Madrid, de la capital de España, en la obra "El gaitero de Gijón". Después de 1966 se pondrían las bases de una gran amistad. En mis andanzas peninsulares y europeas he visto multitud de obras de todo tipo. Mi extensa colección de programas así lo confirma. Y como final, citar aquí y ahora a dos entidades encomiables, la A.T.A.O., que también dirigieran los hermanos Bello, y la Asociación de la Zarzuela de mi amigo José Cruz. Mi recuerdo.