Afirman que la devoción sigue siendo la misma. Quizás sea verdad que la fe por la Patrona se mantiene inalterable y nunca muere. No hay que dudar de que Nuestra Señora de las Nieves sigue en el corazón de los palmeros... La realidad, sin embargo, es que el número de fieles que ahora llegan al templo para celebrar su festividad, el día 5 de agosto, no es ni tan siquiera comparable a lo que antaño se registraba. Y ayer no fue una excepción.

Los que ya pintan canas recuerdan que antes, hace ya bastantes años, los jóvenes subían al Real Santuario para las reuniones que de forma improvisada se celebraba en la montaña que lo abriga. Iban de madrugada y allí se mantenían hasta la tarde del día 6. Bajaban al templo, volvían a subir... sabían, al menos, que allí vivía la Virgen. La suya.

Aquello desapareció. Aún hay quienes mantienen inalterable la peregrinación a la iglesia. Son menos, mucho menos, que hace una década, pero es una tradición que al menos sigue viva. Los fieles de verdad la arropan.

Los que no fallan son los políticos, locales, insulares y regionales, creyentes o no, en la misa solemne del mediodía, predicada por el obispo de la Diócesis Nivariense, monseñor Bernardo Álvarez. Ayer se repitió la escena. Con posterioridad, procesión alrededor del Real Santuario.