Fran Santana conocía su profesión. Sabía cómo actuaba un incendio. Pero le sorprendió. A sus 54 años, con mujer y cinco hijos, un golpe de mala fortuna lo acabó acorralado en una zona compleja. No había hueco por el que huir. De aquello hace ya dos años, ¡cómo vuela el tiempo!, cuando un día como hoy, 4 de agosto, las llamas afectaron a casi 5.000 hectáreas de terreno de El Paso, Los Llanos de Aridane, Villa de Mazo y Fuencaliente. Y, de camino, se llevaron su vida. Sus propios compañeros, del operativo para salvar el monte, encontraron el cuerpo. Era ya de madrugada.

Cuentan que se había alejado del grupo para valorar la zona y comprobar si era o no un terreno seguro para el resto de efectivos. Quizás en ese justo momento pudo cambiar el viento. Que no lo vio venir. Era cauto, cuidadoso, pero un incendio tiene aristas, incluso para alguien con dos décadas de experiencia.

Santana, nacido en Gran Canaria, no era un simple agente forestal. Tampoco estaba allí porque no encontró otra salida laboral. Al contrario, era todo vocacional. Los que le conocían no dudan en afirmar que amaba la naturaleza y que la defendía como ninguno. Siempre andaba implicado en las causas medioambientales. Quizás por eso un día decidió dejar su trabajo en una compañía aérea para dedicarse a lo suyo: defender el monte. La cuestión era ser feliz.

Por aquí abajo, en la Tierra, su memoria sigue viva. No solo entre sus familiares, como es lógico también y de manera mayúscula, sino entre los que fueron sus compañeros. "Quedará para siempre en la memoria de todos por su gran compromiso con su trabajo", señaló ayer el presidente del Cabildo de La Palma, Anselmo Pestana, que participó en la concentración que a las puertas de la sede principal de la institución insular, honraba la memoria del agente. De la persona.

No será la única muestra de cariño. El personal Medio Ambiente se unirá hoy a este homenaje póstumo, con concentraciones silenciosas en sus diferentes puntos de trabajo. Ocurre cuando se va un grande. Y Fran lo era.