José Reyes disfrutaba de su casa en un entorno rural envidiable. Sin ruidos. Sin molestias. Y justo al lado, su medio de subsistencia: una plantación de productos agrícolas. Era la forma de vida por la que apostó. Arriba, cerca de la Montaña de la Breña. Sin embargo, ese sosiego se rompió hace apenas unos años. Todo cambió de repente. Casi en un abrir y cerrar de ojos. La instalación de una explotación ganadera junto a su propiedad, en un suelo rústico de protección agraria, alteró su día a día.

"Estoy soportando malos olores, ruidos, moscas y los ratones, que hay que ver el tamaño que tienen, me comen los aguacates...". Lo dice desencajado. Su primera denuncia se remonta al día 15 de noviembre de 2015 y la última la presentó esta misma semana. "Me he encontrado desamparado, solo, en una lucha que tengo que seguir porque se está perjudicando la calidad de vida de toda mi familia, mis propiedades y mis cultivos", sentencia.

Tras su insistencia, Reyes recibió del ayuntamiento una copia de todo el expediente que se ha tramitado sobre esta explotación, en el que se incluyen sus denuncias. El afectado mantiene que no consta calificación territorial ni licencia específica para la construcción de una granja, en suelo rústico de protección agraria. La realidad es que sí aparece, al menos en la documentación analizada por esta redacción, una licencia presentada por el propietario, ante una visita de la Policía Local, de una nave, pero que se sitúa en Villa de Mazo y no en Breña Baja. Los agentes cuentan en el momento de la inspección 29 cabezas de ganado.

El ayuntamiento no se ha quedado de brazos cruzados ante la denuncia de su vecino. Analizó su reclamación y solicitó informes tanto al Servicio de Agricultura del Cabildo de La Palma como a Salud Pública. También consta un informe del técnico municipal competente, que fija en la explotación un máximo de 10 unidades ganaderas.

El expediente llegó a Pleno y se acordó archivarlo, gracias a los votos del gobierno municipal, formado por el Partido Popular. Coalición Canaria, por el contrario, se opuso a esta decisión, mientras que el Partido Socialista se abstuvo.

José Reyes no se resiste a lo que parece su suerte. Ha vuelto a recurrir. "Mi casa fue construida en el siglo XIX y la reformé en el año 2000. Ahora, ¿qué hago? No puedo renunciar a mi casa. A mi modo de vida. ¿Lo dejo todo por falta de diligencia de una entidad pública como es el ayuntamiento? Tengo que seguir, no me queda otra".

Reitera que los ratones "me han afectado al 30 o al 40% de la producción. No puedo sembrar granos. Tenía seis gallinas que usaba en un corral móvil para limpiar la explotación de aguacates y me las comieron las ratones. Tuve cosechas de papas y boniatos que me las destrozaron". Se muestra desesperado: "He llegado a gastarme hasta 300 euros en veneno, también el ayuntamiento ha repartido, matar ratones y seguir apareciendo. He matado 18 y 19 en trampas en una noche y así durante uno y dos meses".

Cuenta que al principio las vacas "estaban sueltas. Hasta habían creado unas charcas de meados". Luego llegó la construcción de la nave. No se acostumbra a su nueva vida: "Es imposible acostumbrarse. Tiene unas 17 vacas madres y unos destetes, que suelen estar mugiendo (cuando se las separa) las vacas por las crías y las crías por las vacas. Ponga una vaca por semana; son 17 semanas de orquesta".

José Reyes dice que el ayuntamiento "a todos los vecinos que hemos construido aquí, nos ha puesto una serie de condiciones para mantener el entorno paisajístico y el asentamiento rústico. No entiendo cómo a una granja de ganado, fuera de suelo ganadero, no se le pone ninguna condición, cuando se puede ver el impacto que causa en el paisaje, la contaminación en la zona y la afección a los vecinos".