La sociedad agraria Fast, fundada en 1914, es la entidad agrícola más antigua de Canarias. Sus casi 102 años de historia contrastan con la modernidad de sus instalaciones y su inusual manera de conectar con la sociedad. La Fast tiene en Las Arenas, en La Orotava, el que probablemente sea el más moderno empaquetado de plátanos de Canarias, toda una industria que en casi nada se parece a las viejas naves donde todo se hacía a mano.

La Fast da empleo directo a una media de 103 personas y mantiene alrededor de 600 empleos indirectos en las fincas de los 230 agricultores que le entregan sus cosechas de plátanos, pero también de papaya, aguacate, mango o calabaza.

Ricardo Torres es gerente de La Fast desde hace nueve años y de su sociedad agraria destaca, especialmente, su carácter "abierto y transparente". Su presencia activa en internet (www.lafast.org) y redes sociales es un ejemplo inusual, como también resultan inusuales su compromiso social y su valiente apertura al exterior. "Cualquier día del año, las puertas de La Fast están abiertas. No tenemos miedo a mostrar nuestro trabajo ni cómo tratamos los productos", recalca Torres.

Un ejemplo de esta política de transparencia es la reciente organización de una jornada de puertas abiertas a la que asistieron numerosos vecinos y colectivos como Apanate. Cada año, unos 1.500 escolares visitan el empaquetado de Las Arenas.

Las puertas de La Fast también se abrieron de par en par para EL DÍA, que pudo comprobar el camino que siguen en la actualidad los plátanos desde la finca hasta los puntos de venta.

Desde primera hora, a La Fast no paran de llegar camiones cargados. Por sus instalaciones pasan al año más de 20 millones de kilos de plátanos, un millón de kilos de papaya y 400.000 kilos de aguacates, mangos o calabaza. "Más del 99% es producto canario. De fuera solo se traen algunos productos como zanahorias o calabazas, cuando la producción interna es insuficiente para atender la demanda", explica Torres.

Los camiones con piñas de plátanos no llegan a este moderno empaquetado sin avisar. Todo está medido y controlado. Cada agricultor debe avisar 15 días antes para que todo esté listo para recibir su mercancía recién cortada. La piña se corta y se traslada en camiones con jaulas verticales y protectores para que la fruta no se dañe en la carretera.

El primer paso en el empaquetado es retirar las protecciones a las piñas y engancharlas a unas grúas que las levantan, sin esfuerzo humano, y las cuelgan. Mediante unos rieles automatizados se trasladan hasta las líneas de corte y empaquetado.

Uno de los pasos que casi nada ha cambiado en el último siglo es el desmanillado, que se sigue haciendo a mano. Los operarios, armados con una pequeña podona, separan los plátanos en manillas o manojos (más pequeños, con unos cinco plátanos).

El tallo de la piña y los plátanos que no sirven se trituran en una línea aparte que produce comida para ganado.

Las manillas o manojos pasan por líneas diferentes donde se lavan con agua a presión y reciben un tratamiento con fungicida ecológico en la parte del tallo recién cortado. Las trabajadoras se encargan de separar por calidades y de colocarlos en los diferentes soportes de venta, como bandejas o cajas, personalizadas para los principales clientes.

Una de las obsesiones de La Fast es aprovechar al máximo el producto que reciben, por eso los plátanos sueltos, que antaño se dedicaban siempre al ganado, se clasifican a mano para destinar los mejores a bandejas con fruta suelta que "ahora tienen buena salida en el mercado".

Garantizar la trazabilidad es otra obsesión de esta sociedad agraria. Todo está informatizado. Y cuando un camión llega y las piñas empiezan a descargarse, un ordenador prepara la información que irá en las etiquetas de cada caja. En este empaquetado saben a qué socio pertenece el producto, cuándo se cortó y en qué parcela se cultivó. Esto garantiza que, ante cualquier problema, el origen del plátano esté totalmente comprobado.

Al final de las líneas de plátanos, una pesa controla que las cajas estén dentro de los márgenes máximos y mínimos.

El centenar de trabajadores de La Fast trabaja de 7:30 a 15:30 horas, con dos pausas para desayunar y almorzar. Cuando hay picos de producción, hacen algunas horas extras, "que se pagan", recalca Torres.

Las cajas pasan por una máquina que las organiza por palés, donde la información de trazabilidad también está garantizada. Una vez empaquetada y paletizada, la fruta pasa por alguna de las diez cámaras de maduración de La Fast. Allí pasan una media de cinco días y con ayuda de un gas llamado etileno van madurando lentamente.

Una vez madurados, los plátanos se distribuyen a los puntos de venta de las Islas. Los que se envían fuera de Canarias se maduran en destino.

La Fast ha empezado a trabajar productos ecológicos, como plátanos y aguacates, que se tratan en líneas aparte. Entre sus proyectos de futuro, poner en los supermercados productos para poder elaborar un "ecopotaje": papas, bubango, calabaza y cebolla.

Aunque optan por diversificar su oferta, Torres subraya que en la actualidad "no hay alternativa al plátano", un cultivo del que reivindica su contribución al paisaje y a la economía regional, pese al debate abierto sobre su excesiva dependencia de las ayudas públicas.

Se enganchan y se levantan a máquina

Los trabajadores ya no tienen que levantar en peso las piñas, se enganchan a un sistema guiado que las mueve.

Una iniciativa de 23 agricultores del Valle

La actual Sociedad Agraria de Transformación Fast fue constituida el 1 de diciembre de 1914 por 23 agricultores del Valle de La Orotava bajo la denominación de Sindicato Agrícola del Norte de Tenerife. Su objetivo era entonces defender los intereses canarios y romper con el monopolio británico en la producción y exportación de plátanos. La fundación de La Fast marcó el comienzo de las cooperativas plataneras en Canarias. Y 102 años después aún mantiene características de una empresa de economía social.