La Matanza de Acentejo unió ayer las tradiciones ganaderas y religiosas en la multitudinaria celebración de la Octava Ganadera de San Antonio. Fuentes municipales estiman que durante toda la jornada este popular barrio matancero recibió la visita de unas 10.000 personas y más de mil cabezas de ganados y otros animales.

El día festivo congregó a numeroso público en La Matanza desde primeras horas de la mañana, aunque la afluencia de visitantes fue una constante hasta primeras horas de la tarde, cuando concluyó la función religiosa y se produjeron los momentos más esperados: el desfile y la bendición del ganado.

Además, se entregaron las tradicionales premios a los ganaderos participantes en esta emblemática feria del Norte de la Isla.

El Ayuntamiento de La Matanza siempre destaca que "la tradición y la historia sitúan la imagen venerada en tierras matanceras como la primera escultura de un santo que llegó a Tenerife una vez finalizada su conquista, algo lógico si tenemos en cuenta que su presencia en el pueblo y el comienzo de su culto está directamente relacionado con la figura del madrileño Antón Vallejo".

Fuentes municipales recuerdan que "aunque hay abierta una discusión histórica en relación con la fecha real de la llegada de Antón Vallejo a Tenerife, la tradición cuenta que este escribano del Cabildo de La Laguna acompañó a Fernández de Lugo en la célebre Batalla de Acentejo, cuyo frente principal se debió desarrollar en las inmediaciones del actual templo matancero".

Según consta documentalmente, el templo primitivo estaba ya construido en junio de 1539.

Quizá por esa antigüedad, el San Antonio Abad de La Matanza está considerado entre los fieles como "un santo milagrero". Desde hace siglos los ganaderos y los fieles acuden al templo por su festividad para dar gracias por los pequeños milagros concedidos. Una forma muy particular de hacerlo es a través de los exvotos de cera, figurillas artesanales que reproducen todo tipo de animales, personas o partes concretas del cuerpo humano que habían sanado de alguna dolencia o que en el caso del ganado, había sido especialmente fértil.

Otra costumbre que aún se sigue desarrollando es la de pasar por debajo del altar donde se ubica el santo por tres veces, tras tirarle del manto a la imagen. Jóvenes "en edad de casarse" lo hacían para que el santo les ayudara a conseguir novio o novia.