EL MALESTAR ciudadano en este país toma la calle y desafía al poder judicial representado en las juntas electorales provinciales de Madrid y del Estado, desoyendo sus resoluciones que en derecho son vinculante y de obligado cumplimiento y, por ende, en franco desacato, sin que nada ni nadie, al menos, eso parece, haya puesto las cosas en su sitio. Independientemente de las razones poderosas que avalan ese movimiento del 15-M, que denotan un considerable índice de desencanto de la población con el funcionamiento del sistema democrático vigente, (pero no representativo del conjunto de la sociedad civil), no es menos cierto que ese pulso inicial ganado a los dos poderes del Estado (judicial y ejecutivo) pudiera ser el embrión de algo mucho más serio que un ciclo de protestas al socaire del levantamiento por las libertades en el mundo árabe. Por ahora, ni la Puerta del Sol de Madrid ni la plaza de La Candelaria de Santa Cruz de Tenerife son la plaza de Tahir de El Cairo.