La figura del vendedor ambulante o intermediario de ganado porcino o cochinero ha desaparecido en su vertiente más tradicional, cuyo reducto más significativo y emblemático se localiza en Los Realejos. Se trata de un oficio propio y único de Icod el Alto. Todavía en la década de los setenta del pasado siglo se podía ver a tratantes de estos animales cómo atravesaban la cumbre desde las medianías rumbo al Sur de Tenerife con su mercancía a lomos de caballos o mulos, a buen recaudo en cestas de castaño, denominadas raposas, con capacidad para 16 marranos o crías de cerdo. Incluso, de forma testimonial, aún perviven algunos exponentes de los cochineros de Icod el Alto, aunque ya retirados en la práctica de este oficio. Cada año, por el mes de marzo, se revive la tradición en torno a este oficio en el paso de la cumbre, siendo Juan Mesa y Luciano Felipe los principales valedores de su remembranza, con la implicación de los municipios de Garachico, El Tanque y Santiago del Teide.

El presidente del Club Deportivo Asociación Ecuestre la Trilla, Juan Mesa, representa la tercera generación del oficio de intermediarios de ganado porcino o comúnmente, cochinero, pues no en vano lo ejercieron su padre y su abuelo materno, quienes junto con otros ganaderos marcaron una impronta en este tipo de comercio en la Isla, muy particularmente en Icod el Alto. El oficio perduró hasta hace 20 años a la vieja usanza y en la actualidad se suele recrear o revivir en acontecimientos festivos o muestras agropecuarias. En este sentido, Juan Mesa precisa que "aún crío cochinos en casa de mis padres".

"Mi padre -añade Juan Mesa- cruzó durante 42 años las Cañadas del Teide para llevar los lechones, marranos o crías de cochino al Sur de Tenerife. Me contaba que salía desde la una de la madrugada de Icod el Alto rumbo a Granadilla, para seguir por Charco del Pino y Los Cristianos, a través de la cumbre, y empleaba unas 14 horas para llegar al primer destino. Asimismo, había gente que se especializaba en rutas del Valle de La Orotava y resto del Norte de Tenerife. Cada cochinero tenía su zona, como vendedores ambulantes de papas y hortalizas de hoy en día. Los hermanos Andrés y Celso Mesa seguían la ruta de Roque Nublo, El Batán, Benijos y Las Carboneras, hace más de cincuenta años. También destacó don Juan, "El Bicho", que recorría todo el Valle de La Orotava. Mi padre dejó de venderlos hace unos diez años como máximo, pero en un furgón cuando vino de Venezuela, con lo que sustituyó a la raposa y el mulo. Sin embargo, se dedicó a la venta ambulante con la mula hasta 1971. Tras venderla emigró a Venezuela, donde permaneció seis años y a su regreso compró un furgón que utilizó hasta los años noventa del pasado siglo".

Juan Mesa insiste en señalar que "el oficio de cochinero es oriundo de Icod el Alto, es decir, estos vendedores no criaban los cochinos sino los comercializaban, por regla general. Solían adquirirlos para revenderlos, de manera itinerante, y se proveían de la mercancía en San José de San Juan de la Rambla, los altos de Icod de los Vinos y de Los Realejos. A modo de ejemplo, una señora criaba una cochina en el chiquero y cuando esta paría le quitaba los marranos a los 25 días de nacidos porque en el caso contrario "la tumbaban" o la devoraban si eran demasiados para amamantar. Cada camada se componía de 12 cochinos y siempre había uno al que se le llamaba "guanilo" o que perdía la teta, porque quedaba fuera de cupo, al darse el caso de haber parido 13. Este sobrevivía robándole al resto de los hermanos porque mamaba de todas las tetas. Siempre solía ser el más pequeño. Mi padre ganaba cinco duros por cada cochino vendido en los años sesenta y solía traer hasta 20 duros a casa. Con el dinero que ganaba, daba lo suficiente como para mandarnos a un colegio privado en San Agustín, en Los Realejos. Mi padre tenía que separar los cinco duros para el pago del recibo mensual del centro. Sin duda alguna, era un hombre de ideas avanzadas para la época porque quería que sus hijos estudiaran y que no se vieran obligados a seguir su oficio por la dureza del mismo. Había que levantarse a la una de la madrugada, cargar la mula con trece o catorce cochinos y emprender un trayecto desde Icod el Alto hasta Granadilla, a donde llegaba a las tres de la tarde. Para ello era preciso atravesar las siete cañadas, subir a los altos de Guajara, hasta la Fuente de la Pimentero y luego descender por el barranco de Madre del Agua, llegar a la Cruz de Tea, hasta situarse en el lugar de destino. La vida de cochinero era bastante dura, hasta el extremo de comparar el negocio como pedir de puerta en puerta, y es lo que realmente se hace, porque se ofrecía producto de casa en casa con el riesgo no conseguir la venta. En los casos más difíciles había que cargarlos en un saco si el camino era estrecho para el paso de la mula con las raposas".

Del goro a la granja

"Ya nadie tolera -dice Juan Mesa- que le instalen una granja cerca de su casa, mucho menos que le pongan una piara o goro de marranos. Todavía quedan chiqueros en entornos rurales o de medianías donde se entiende que debe haber animales domésticos. A muchos vecinos les molesta, pero nosotros seguimos criando cochinos para consumo propio, aunque con la supervisión sanitaria del Cabildo de Tenerife, consistente en análisis y vacunaciones periódicas, con independencia de la existencia de granjas situadas en espacios acotados para ello".