El 28 de marzo de 1936, escasos cuatro días antes de que concluyera oficialmente la Guerra Civil (1936-1939), el Stanbrook, un pequeño barco carbonero británico, ayudó a 2.638 refugiados republicanos a huir de España, cuyo Gobierno rindió hoy tributo a su hazaña en el puerto argelino de Orán.

Héroe de una historia tan humana como trágica, el Stanbrook se hallaba fondeado en el puerto alicantino de Elche, adonde había llegado para cargar naranjas y azafrán.

El fin de la guerra se atisbaba y eran miles los refugiados que, hacinados en el puerto, ansiaban huir, y escasas las naves dispuestas a cederles sus bodegas.

La Armada comandada por el futuro dictador Francisco Franco y la aviación nazi que le apoyaba habían bloqueado la rada y resultaba imposible a los barcos contratados por el gobierno de la Segunda República acercarse a puerto.

Cuentan las crónicas de la época que la desesperación sacudió también a Archibald Dickson, capitán del Stanbrook, quien decidió desafiar prohibición del armador, Jack Billmeier, de acoger a refugiados.

"En la mente de todos había sensación de fuga, derrota, de hundimiento moral. Cuando llegamos al barco, fuimos recibidos con protestas de los que ya estaban allí", explica Antonio Vilanova, un funcionario de aduanas que logró partir y años después recordó la odisea en su libro "Los olvidados".

No fue ese el único momento de miedo para los hombres y mujeres que huían de la guerra. El "Stanbrook" abandonó el puerto ilicitano con 2.638 refugiados de la República a bordo entre bombas y otros proyectiles, acosado por las baterías del crucero franquista "Canarias", apostado a la salida.

Dickson optó por poner rumbo al puerto de Mazalquivir, próximo a la ciudad argelina de Orán, donde decenas de miles de españoles habían logrado refugio ya bajo el gobierno colonial francés.

"Ha sido un acto muy emotivo. Es un homenaje a un exilio poco conocido, un exilio eclipsado por la gran retirada de enero y febrero de 39 al sur de Francia, y que era importantísimo reconocerlo porque fue un exilio muy dramático", explicó Fernando Martínez, director general de la Memoria Histórica.

"Un exilio dramático desde el punto de vista de la salida, pero los que lograron salir llegaron en su inmensa mayoría a Argelia, y en especial a la zona de Orán sufriendo calamidades", en especial los hacinados en el "Stanbrook", que entró en la bahía escorado del peso que soportaba", agregó.

Martínez depositó una corona de flores rojas ante el monolito en situado en memoria "de los defensores de la libertad" en la explanada de Sido Mohamad en un acto que presidió la ministra de Justicia, Dolores Delgado y en el que también participó el director general del Instituto Cervantes Luis García Montero.

Y es que desembarco en Argelia tampoco fue fácil, como recordó Martínez.

No solo por los obstáculos que puso la autoridad colonial francesa, que en febrero del 1939 ya había reconocido el gobierno de Franco en Burgos y observaba a los refugiados como un grupo de "indeseables", una amenaza potencial para la tierra que ocupaba.

También por las condiciones en que se hizo y el lugar al que los vencidos españoles fueron enviados: el campo de concentración de Boghari, en el interior del Sahara, donde quedaron bajo la atenta vigilancia de un grupo de fusileros senegaleses.

"Hemos recordado el exilio de la gente corriente, es verdad que también hubo políticos, pero mucha gente de a pie. A los grandes olvidados", subrayó.

El "Stanbrook" está considerado el último barco que ayudó a los refugiados republicanos a huir de un infierno, aunque fuera para pasar a otro.

Horas más tarde, partió del mismo lugar y con el mismo rumbo el "Marítima", un buque el triple de grande que por razones nunca suficientemente explicadas zarpó con treinta personas a bordo, líderes del llamado bando Rojo y sus familias, dejando cerca de 15.000 personas atrás.

No hubo paz ni para el carbonero ni para su capitán. El Stanbrook fue hundido seis meses después por un submarino alemán cuando navegaba por el mar del norte.

Hoy, casi ochenta años después, el gobierno español ofreció a Archibald y a su tripulación, un sentido y merecido homenaje "por su sacrificio y defensa de la libertad".