Quizá porque hoy hace exactamente un año que está en prisión, Jordi Turull, exconseller de Presidencia de la Generalitat, necesitaba desahogarse. Y bien que lo ha intentado, y hasta conseguido, pese a que el presidente de la sala del Tribunal Supremo que le juzga, Manuel Marchena, le ha reiterado que no era el momento.

"Puede repeler las preguntas, pero argumentar no. No aproveche su turno para hacer juicios de valor, porque si no, se nos va de la mano. Podrá desahogarse todo lo que quiera en su última palabra", ha tenido que decirle Marchena antes los alegatos con los que Turull ha mostrado su cara más política.

Casi tres horas y media ha durado el interrogatorio de la Fiscalía y de la Abogacía del Estado al tercer acusado que comparece en la vista oral por la causa del "procés", que ha comenzado su declaración reprochando al tribunal que haya regateado en gastos y no haya instalado traducción simultánea para la vista.

Hubiera sido una inversión y hasta bueno para el tribunal, porque responder en catalán -ha dicho- hubiera sido una garantía de mayor "espontaneidad y oralidad".

Pero dialéctica no le ha faltado, aun en castellano. Turull no ha desperdiciado la ocasión para salpicar sus respuestas al fiscal con valoraciones políticas, para ilustrar al auditorio de cómo debe hacerse política -ponderándolo todo- y para dejar claro que persistirán en aquello que persiguieron con el referéndum del 1-O.

Y es que en el diccionario político la palabra "resignación" no existe.

Aunque no ha eludido ninguna pregunta, ya había avisado desde el principio de la posibilidad de no acordarse de todo. "Si una cosa tienes en la cárcel es tiempo", pero si algo tiene también la prisión, es que no hay internet y no se puede acudir a documentos que te hagan recordar, ha venido a decir Turull.

Por esa o por otras razones, el que fuera conseller de Presidencia y posteriormente candidato frustrado a presidir la Generalitat ha dicho ignorar asuntos clave en la organización del 1-O. Por ejemplo, de dónde salieron las urnas -"a día de hoy no sé como se adquirieron y cómo llegaron a su destino"- o cómo se hizo el censo universal -"desde mi departamento seguro que no"-.

Socio de Cáritas, del RACC, Oxfam Intermon y otras asociaciones como Omnium Cultural, a la que desde hace 20 años paga religiosamente la cuota, Turull ha aprovechado para criticar a la Fiscalía por su "falta de respeto" a los ciudadanos de Cataluña.

"No son ovejas" e, independientemente de su ideología, "tienen criterio" y son una "sociedad madura, como todas", ha enfatizado.

A renglón seguido ha provocado el primer tirón de orejas del ecuánime Marchena, que ha tenido que interrumpirle cuando ha intentado desmontar los escritos de las acusaciones -"no se aguantan por ninguna parte", ha recalcado el acusado- al reiterar que el movimiento independentista iba de "abajo a arriba".

Desde un pueblo catalán al que el exconseller, uno de los baluartes del expresidente catalán Carles Puigdemont, ha ensalzado por su pacifismo. "Cataluña es pacífica y por mucho que se presente a la sociedad como violenta, este relato no se aguanta por ninguna parte".

No ha dudado en contraponer la ponderación (ha utilizado numerosas veces esta palabra) con la que durante todo el proceso soberanista actuó el Govern y sus llamadas al diálogo -lo ha buscado insistentemente y lo sigue haciendo, según él- con la actitud del Gobierno central, que ha hecho un "uso y abuso" de sus prerrogativas y "menos hacer política, está dispuesto a hacer de todo".

En suma, Turull ha exculpado al Govern, partidario de lo que ha definido como "teoría del rellano", algo tan sencillo como que uno baje un peldaño, el otro suba uno y se encuentren para llegar a un acuerdo.

Y si en algo ha insistido también es en que hoy se enfrentaba al banquillo de los acusados por sus ideas políticas, ya que en 2005 el Congreso de los Diputados había eximido de reproche penal la convocatoria de referendos.

De su intervención ha tomado buena nota su sucesora en la Consellería de Presidencia, Elsa Artadi. La representante del PDeCAT no ha dejado detalle al azar y ha acompañado al lazo amarillo de su chaqueta una libreta y un bolígrafo del mismo color.

Al igual que en las anteriores sesiones, los procesados (nueve en la cárcel y tres en libertad) han saludado en los recesos con besos y abrazos a familiares y amigos y conversado entre ellos.

Con poco menos de expectación que la pasada semana, el salón de plenos del Supremo acoge una vista en la que el exvicepresidente de la Generalitat Oriol Junqueras, para el que más pena se pide, ya no ha vuelto a los bancos de los acusados.

Ha preferido, como ya hiciera tras su declaración, desahogarse al lado de sus abogados. Eso no está prohibido.