El comandante del Ejército del Aire Rubén Garcia Servert, al frente del Centro de Operaciones Aéreas Combinadas de la OTAN en Torrejón de Ardoz, lidera la vigilancia del espacio aéreo del sur de Europa para detectar cualquier aeronave que pueda ser un peligro para la seguridad de la Alianza Atlántica.

Su día a día, según explica él mismo en una entrevista a Efe, consiste principalmente en custodiar el cielo de los países de la OTAN situados en la misión sur de Europa, una extensión de más de 6.500 kilómetros de oeste a este que abarca el territorio de doce países y en el que cada día hay miles de movimientos regulares de aviones comerciales y otro tipo de aparatos.

Ante este nivel de actividad constante, las ocho personas que trabajan en turnos de doce horas los siete días de la semana buscan indicadores que les puedan hacer sospechar que algo dentro de esa aeronave no va como debería, o que el aparato pueda tener una intención hostil, como desviaciones de ruta o cambios de altitud.

En un día normal, se presentan "incidentes rutinarios", describe Servert, como un avión civil que no comunica o uno militar que se aproxima desde fuera del territorio de la OTAN sin haber transmitido su plan de ruta.

Ante una sospecha en un avión con pasajeros civiles, explica, se cuenta con una lista de comprobaciones para analizar el incidente y, si es necesario, enviar una pareja de aviones militares que se acerquen a la aeronave a comprobar que todo está en orden.

"Se intenta llevar al avión civil a la normalidad comunicando con frecuencias de guardia o con contacto visual cabina a cabina para que vuelva a comunicar y vuelva a su ruta", explica Servert.

Un escenario potencial que se busca cubrir con esta acción táctica es, entre otros, los secuestros de aviones comerciales como los del 11 de septiembre de 2001, que acabaron con más de 3.000 fallecidos después de que miembros del grupo terrorista Al Qaeda se hicieran con el control de las aeronaves y estrellasen dos de ellas contra las Torres Gemelas de Nueva York.

"Si hay indicadores adicionales que nos hacen llegar a la conclusión humana de que efectivamente el avión puede estar secuestrado, (...) se transfiere el incidente al país que el avión está sobrevolando", relata Servert, que añade que en ese caso es el país "con sus normas internas" quien toma la decisión respecto a ese avión, "siempre complicada".

El personal del centro enfrenta también situaciones de transgresión del espacio aéreo aliado, habitualmente desde Rusia en forma de aviones militares que no han transmitido su plan de vuelo, lo modifican sobre la marcha o entran en un país de la OTAN sin autorización.

En ese caso, la OTAN hace "lo que sea necesario" para salvaguardar la seguridad, desde escoltar al avión fuera de territorio aliado hasta disparar una "ráfaga de aviso" y, en último término, derribar el aparato.

Esa decisión drástica queda en manos de este español, obligado a estar "permanentemente localizable".

Estas situaciones de alto riesgo, recalca, "son las menos", si bien su centro ordena, de media, un despliegue cada dos días ante situaciones que en muchas ocasiones corresponden a aviones civiles con los que se ha perdido la comunicación por falta de atención.

En el ámbito militar, Servert apunta a la frontera de Rusia con países aliados y el mar Negro, que también queda bajo su responsabilidad, como un "elemento de preocupación", particularmente desde la anexión de Crimea por parte de Moscú.

También señala los riesgos que genera la intensa actividad en la frontera sur de Turquía, a menos de un centenar de kilómetros de poblaciones sirias como Alepo o Raqqa, ante la guerra en este país.

"Hay que recordar que tenemos ahí una guerra y nuestra misión es proteger la frontera de la Alianza. Toda guerra tiene un elemento de imprevisibilidad que hace tener una cierta tensión en el área", explica.

"Ha habido épocas crudas, cuando por ejemplo estábamos en la época de los bombardeos sirios sobre Alepo, que está muy cerca de la frontera turca y que exigía un número de actividades muy superior", recuerda.

Servert, que lleva cinco años al frente del centro de Torrejón, apunta al "buen mensaje" que supone la integración entre países ante amenazas globalizadas y defiende que la opinión pública "debe saber" que la tecnología punta que se emplea en defensa "tiene un coste", pero también que "el cielo está cubierto".

"No podemos enfrentarnos al mundo de una manera aislada", afirma.