EN LA PoLITICA pasa como en el circo, mientras el domador está en la pista empuñando el látigo todos son luces y aplausos, pero a la que se apagan los focos y se distrae, corre el riesgo de que se lo zampen los leones.

Antes de ayer como quien dice, cuando Zapatero -pese a negar la crisis- volvía a ganar las elecciones todos, menos Rajoy, le hacían la ola. Incluidos el PNV y Convergencia y Unión. Ahora, flaco el perro y cabreadas las pulgas, todos le repudian. Artur Mas, el líder catalanista sentencia que el tiempo de ZP se ha terminado y cree que lo mejor para salir de la crisis sería que otro dirigente socialista le sustituyera al frente del Gobierno; un relevo a la inglesa, como cuando Brown reemplazó a Blair. Nada hace pensar que en el PSOE estén por la labor, pero no deja de ser significativo que Mas, líder de un grupo que ha sido socio tradicional de los socialistas, le dé ya por amortizado. Y es que, como decía, a un mal pagador se le juntan todas las deudas. Zapatero engañó a Mas con ocasión del chalaneo político del que nació el Estatuto y Mas se la tiene guardada. Lo mismo que Montilla quien, por cierto, de manera nada disimulada, procuró no coincidir el domingo con ZP cuando ambos se acercaron al Hospital Clínico de Barcelona para interesarse por la salud del Rey.

A la hora de devolver agravios, en la política el tiempo puede ser un aliado formidable. Es cuestión de saber esperar. A Zapatero se le acumulan las facturas: al fantasma de Grecia, que le persigue por lo de la deuda, el déficit y el paro, se le ha unido el cobrador del frac de la política. Le están saliendo al camino aquellos a quienes burló o engañó. Le está pasando lo peor que le puede pasar a un líder: que le pierdan el respeto. Está claro que alguien se ha dejado abierta la jaula de los leones.