Álvaro Santana Acuña escrutaba el plano de La Laguna de Leonardo Torriani, el primero de la ciudad, cuando halló algo anormal. Era 1996, tenía 20 años y estudiaba Historia en la Universidad de La Laguna. Concretamente, en esa ocasión estaba elaborando un trabajo sobre el urbanismo en la vieja Aguere y, de pronto, se percató de que aparecía un hueco junto a la plaza de La Concepción. Un espacio libre en mitad de una manzana, o, lo que es lo mismo, una calle que unía Herradores y La Carrera y que no debería estar allí. ¿Cómo era posible que el célebre ingeniero cremonés hubiese cometido un error de ese calibre en una zona tan céntrica?, se preguntó.

Todavía no lo sabía, pero había realizado un descubrimiento que marcaría buena parte de su producción posterior en defensa del patrimonio histórico. Ahora se cumplen diez años de su decisión de hacer público lo que había encontrado. Fue doce años después del primer paso y a través de un contenido publicado el 22 de junio de 2008 en este periódico, bajo el título “En defensa de un callejón sin salida”. Aquella doble página dominical suponía una especie de SOS: habían comenzado unas obras que él entendía que harían desaparecer el último vestigio que quedaba del espacio (el resto había sido ocupado por los edificios colindante y solo sobrevivía el 25% de este callejón del siglo XVI) y trató de pararlo. No lo logró, pero hubo al menos tres efectos: se sumó a la historia local una vía desconocida, con aquella publicación ganó –“ex aequo” con Víctor Álamo de la Rosa– el Premio Leoncio Rodríguez 2009 y, según reconoce en la actualidad, fue el “punto de inflexión” para darse cuenta de que, en materia patrimonial, tenía que pasar de una “postura colaborativa” con el ayuntamiento a una “fase crítica” si quería que las cosas mejorasen en el casco lagunero.

En el ínterin entre 1996 y 2008 hubo más circunstancias llamativas. Tras dar con lo que parecía un callejón, su sorpresa creció. Consultó el siguiente trabajo planimétrico, levantado en 1778 por un francés sin conexión con Torriani, y también figuraba aquel vacío. Y en los siguientes... Es decir, el tramo viario seguía apareciendo en los planos hasta 1874.

Según relata Santana, al trasladarse desde Guajara hasta La Concepción para tratar de dar con algún dato sobre el terreno, coincidió en la guagua del circuito universitario con su profesor de Egiptología, Miguel Ángel Molinero. Le comentó a dónde se dirigía y, cosas del destino, el docente vivía en uno de los edificios colindantes con el callejón. “Fuimos por el lado de Herradores y no vimos nada. Nuestra sorpresa fue cuando nos plantamos delante de las casas con los números tres y cuatro de la plaza de La Concepción y descubrimos que había un muro entre las dos viviendas, y ambos concluimos que era la entrada del antiguo callejón”, rememora.

La investigación quedó en “stand by”. Ya era consciente de que lo que había encontrado podía tener cierta entidad y quería escribir sobre ello con calma, pero otras obligaciones lo impedían. Sin embargo, un regreso estival a la ciudad en 2008, ya como estudiante de doctorado en la Universidad de Harvard, lo devolvió al descubrimiento. Observó que estaban realizando obras en lo que se conservaba del callejón y decidió poner en marcha una “investigación de urgencia” antes de dar el paso definitivo de la publicación. “Me encerré durante una semana a buscar documentación, a leer libros sobre historia urbana de La Laguna... y no descubrí absolutamente nada. Entonces, estaba claro que era un hallazgo. Solo había evidencias en los planos, pero no en la documentación posterior”, señala el también sociólogo, que hoy trabaja en el Whitman College, en Estados Unidos.

Además, contactó con María Isabel Navarro, que redactó el informe para que La Laguna fuese declarada Patrimonio de la Humanidad, y con Carmen Gloria Calero, autora de un libro de historia urbana de La Laguna en el siglo XIX. En los correos electrónicos que intercambiaron, una y otra le expresaron que no tenían constancia de esa vía a la que él se refería. Paralelamente se dirigió a la por entonces directora del Plan Especial de Protección del casco, María Luis Cerrillos, urgiéndole que se parasen las obras en el callejón y que se realizase una excavación arqueológica.

La propuesta que hizo: que el ayuntamiento hablase con el dueño para divulgar lo que quedaba, acristalarlo y pintar en el interior un trampantojo, esto es, un mural que crease la ilusión óptica de que la vía seguía hacia Herradores. “Hubiera convertido el lugar en un punto de interés patrimonial y turístico”, se lamenta el historiador, que añade que solo consiguió una críptica actuación en el adoquinado, un guiño al pasado que, a su juicio, es una “chapuza” al realizarlo en el lugar erróneo. “No solo las obras de la plaza de la Catedral se han hecho mal en La Laguna”, compara desde su postura crítica, esa a la que lo llevó el callejón.