Sor María de Jesús volvió a atraer ayer a miles de personas hasta el convento lagunero de Santa Catalina de Siena. La devoción, las peticiones, los agradecimientos y la tradición marcaron la jornada en torno a una religiosa cuyo cuerpo incorrupto se convierte cada 15 de febrero en un imán para la fe. Da igual que llueva o que haga un sol intenso... allí están siempre sus fieles.

Las puertas del templo abren desde las 5:30 de la madrugada. A esa hora ya hay quienes esperan, e incluso se forma cola. Las visitas continúan durante todo el día. En esta edición, y a pesar de que la meteorología acompañó -dentro de lo que cabe- después de semanas de un frío intenso en la Ciudad de los Adelantados, la afluencia en las primeras horas de la mañana no fue masiva (o, al menos, lo masiva que llegó a ser en otro tiempo).

La cola subía tímidamente, apenas unos 15 o 20 metros, por la calle de La Carrera a las 10:00 horas. Gente diversa, de edades distintas, con motivaciones variadas para estar allí y terminar acercándose a la reja desde la que en esta fecha se puede ver el cuerpo de la monja. Algunos de ellos introducen papelitos con sus peticiones y anhelos por los huecos de la valla que delimita el espacio en el que se encuentra la Siervita y el resto de la iglesia, lo que por la tarde acaba dando forma a una "alfombra de ruegos".

El acto principal se desarrolló a partir de las 17:00 horas y en él tuvo lugar la ofrenda floral de las corporaciones locales de El Sauzal y La Laguna, los municipios en los que nació y falleció sor María de Jesús. Se trata de un nombre que adquirió tras recibir los hábitos, dado que realmente se llamaba María de León Bello y Delgado. Criada en una familia humilde, recaló en la ciudad de La Laguna y terminó ingresando en el convento de Santa Catalina de Siena. Tras muchos años de estancia en el recinto falleció el 15 de febrero de 1731, por lo que ayer se cumplieron 287 años.

La beatificación, sin "nada nuevo reseñable"

En torno a sor María de Jesús hay en marcha desde hace años un expediente de beatificación que por estas fechas suele volver a la memoria. "Seguimos trabajando en ello. Aún no hay nada nuevo reseñable", apuntó ayer el sacerdote Juan Pedro Rivero, cuya función en esta causa se denomina concretamente "colaborador externo del postulador de la causa de la beatificación de la Sierva de Dios". El intento de elevar a los altares a la monja incorrupta se abrió en 1990 y ya ha superado las fases Previa y Diocesana. Actualmente se encuentra en la Romana, en la que se debe presentar la "positio", tras la que, de aprobarse, pasaría a ser venerable. Para obtener la condición de beata también es necesario otro milagro y que la Iglesia lo valide.