El reactor biológico, las membranas de ultrafiltración, el espesador de fangos, el decantador de centrífugas... La Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) del Noreste -también conocida como "de Valle de Guerra"- encierra un mundo de canalizaciones, procedimientos y tecnicismos más allá de su objetivo último: tratar los vertidos de aguas residuales urbanas de la Comarca Noreste. No es este un terreno sencillo, y de ahí la visita organizada ayer con medios de comunicación por la Consejería de Aguas del Cabildo de Tenerife para explicar la tecnología que allí se utiliza, mostrar las instalaciones y, de una forma más global, ahondar en determinados conceptos y esbozar los planes futuros del área.

"El balance es satisfactorio, pero tenemos que lograr que lo que estamos vertiendo ahora se reutilice en la red de riego, que todavía no está funcionando, porque está finalizándose la obra", analizó el consejero insular de Aguas, Manuel Martínez, sobre una infraestructura recibida por el Consejo Insular de Aguas de Tenerife (CIATF) el pasado 23 de noviembre tras unas obras de algo más de 12,8 millones de euros. La planta se encuentra ubicada en uno de los márgenes de la carretera general de Valle de Guerra, entre los barrancos de Valle Molina y El Afluente, y se divide en varios módulos y edificaciones.

Uno de los puntos que destacan en el recorrido por las entrañas de la EDAR es la denominada nave de "pretratamiento y deshidratación". Es este un espacio "compacto, cerrado", lo que evita que el temido olor de este tipo de centrales consiga salir al exterior. "Es un mito solucionado", mantuvo el político socialista. Para lograrlo se emplea un dispositivo de gran tamaño con el que se realiza la "desodorización de carbón activo". Dicho de forma más clara: una neutralización de ese hedor del interior, que incluso llevaba este lunes a la imagen de periodistas y gráficos que al entrar no podían evitar taparse la nariz o a cubrírsela con la ropa.

El pretratamiento (también llamado "tratamiento primario") es el más básico, mientras el siguiente nivel es el secundario. En ese otro caso, las aguas pasan por un reactor biológico y por las membranas de ultrafiltración (MBR), donde son filtradas mediante succión, dejando fuera los fangos. Hay otra categoría: el proceso terciario, del que resulta un producto que se almacenará en dos depósitos -cada uno de 2.000 metros cúbicos- para distribuir a los regantes (a un coste menor que la compra de agua del acuífero, indicaron desde el CIATF). Hasta que eso no ocurra se está vertiendo al mar tras se tratada.

En realidad, esta instalación solo es parte de un todo bastante más amplio y cuyo fin es acabar con las carencias en esta materia que la Isla ha arrastrado durante décadas. No en vano, Güímar sigue siendo un punto negro en el vertido de aguas residuales. "Todavía queda tarea por hacer", admitían este lunes desde el CIATF en otro momento de la visita. Aclararon, eso sí, que verter tras solo pretratar no es ilegal -salvo que el líquido proceda de aglomeraciones de más de 10.000 habitantes o bien que vaya a ir a parar a zonas costeras sensibles-, así como que existe un programa de vigilancia y control de los emisarios. Todo ello en un Archipiélago en el que, curiosamente, el ahorro de agua lleva a que cada litro de las residuales esté más contaminado que los del territorio peninsular, que son más diluidos.