Los primeros momentos de la sección canina de la Policía Local de La Laguna fueron de infarto. A la perra Nala se lo pusieron fácil en su estreno. La soltaron en una zona de tráfico habitual de drogas y el objetivo, unos jóvenes, estaba más que claro. Pero ella optó por irse hacia el lado opuesto, a unos jardines. David Padilla, el agente que había insistido a sus jefes en las potencialidades de la utilización de canes, quería que la tierra se lo tragase. El animal empezó entonces a escarbar y, para sorpresa de quienes estaban allí, dio con 45 gramos de hachís envuelto en "film" transparente. Su entrenador respiró. Había comenzado la andadura de un equipo que en la actualidad está integrado como subunidad en la Unidad de Refuerzo a la Intervención (URSI).

Nala está hoy jubilada, y el proyecto que arrancó a modo de prueba se oficializó hace unos dos años y ha ido adquiriendo fuerza en el cuerpo lagunero. Padilla ya no trabaja solo, sino con Jesús Moreno, y de un único perro se ha pasado a cuatro, cada uno con su historia. Son el pastor belga malinois Anker, que inicialmente iba a ser utilizado para cuidar un terreno y coger conejos; la pastor alemán de trabajo Shakira, abandonada en Valle Colino; Laika, también pastor belga malinois, que llegó a la sección canina después de que una pareja se pusiese en contacto con ellos porque le estaba destrozando la casa, y el springer spaniel Gramo, más pequeño -pero tan efectivo o más que el resto- y que fue enviado por un criador de la Península que supo de la labor que se estaba realizando en el municipio y al que le atrajo la idea de que uno de sus animales estuviese en el Archipiélago.

Lo anterior lo explican con pasión los encargados, entrenadores y dueños de los perros. Y es que Moreno y Padilla no tienen con estos "peludos" una relación de funcionarios, sino de 365 días y que influye hasta en el coche que se compran o el lugar en el que viven. "Nosotros no los dejamos en ningún canil; te los llevas a tu casa y estás 24 horas con ellos", apunta el impulsor de la subunidad, defensor a ultranza del vínculo con el animal y que sigue viviendo con Nala. "Esa conexión es súper importante, porque a lo mejor no es un Ferrari, pero por las ganas que tiene de agradarte le acabas sacando un poco más", señala el agente.

Aunque cada uno cuenta con más de 1.000 horas de instrucción específica, lo que dicen estos policías es sobre todo resultado de una formación autodidacta. "Autodidacta y de cabezón, lo puedes poner así", bromea Padilla. Prueba y error, diseño de nuevas prácticas, el juego como herramienta de trabajo, el intento de que los perros no entren en rutinas y que sepan que en cualquier momento puede aparecer la droga... De esa manera han ido avanzando para lograr el máximo rendimiento de estos canes centrados en combatir el menudeo y, especialmente, el relativo a hachís, marihuana, cocaína y heroína, a pesar de que también pueden abarcar sustancias menos frecuentes. A su trabajo diario se unen las labores preventivas en los institutos del municipio.

Articulada en torno a un convenio con el ayuntamiento (ellos ceden a sus animales en horario de servicio a cambio de una contraprestación alimentaria y cobertura veterinaria), el esfuerzo de Moreno y Padilla ha permitido en este tiempo conseguir la introducción de sistemas novedosos, como los aplicados en Reino Unido para que el perro trabaje en ciertos momentos sin necesidad de que el policía le diga a quién o dónde tiene que oler. Según plantean, a través de ese mecanismo han podido parar a personas que portaban estupefacientes y cuyos perfiles no acababan de encajar con los habituales, lo que adquiere relevancia al intervenir en escenarios muy diversos: controles de personas, actuaciones en vehículos, redadas... ¿Y la efectividad? "Del total de casos, alrededor del 85 o 90% llevaban droga o al menos habían consumido previamente", celebra David Padilla.

Las 503 actas de Anker y otros muchos casos más

Uno de los perros de la sección canina es capaz de generar en una hora de trabajo unas 15 actas por estupefacientes. El caso de Anker es clarificador: sin salir todos los días a la calle terminó el pasado año con 503 y cuatro detenidos (el resto de casos derivó en sanciones administrativas). Más allá de los datos globales hay intervenciones de toda clase, algunas de ellas brillantes gracias al buen olfato canino. Entre las destacadas está la localización en el interior de un vehículo de 300 gramos de hachís, pese a que no había sido escondido de cualquier forma. Otro servicio llamativo tuvo lugar en un quiosco, en el que habían introducido cocaína y hachís dentro de una nevera y junto a unos tapones de gasoil para tratar, sin éxito, de distraer a los canes. A pesar de que están entrenados con sustancias químicas denominadas "pseudo", y no con drogas reales, son capaces de alcanzar una efectividad elevada y aislarse de otros olores. Una prueba más es lo que ocurrió en un concierto: en la zona de cáterin había una bandeja con pan y chorizo untado y en el interior de una nevera, bajo el hielo, cogollos de marihuana. No hubo duda... y primó la profesionalidad "perruna" frente a aquel manjar.