Bajo la denominación "Piso tutelado de hombres en situación de exclusión social o riesgo de padecerla", el Ayuntamiento de La Laguna viene prestando un servicio por el que han pasado desde 2010 casi un centenar de hombres, habitualmente de cierta edad, sin redes de apoyo y con deudas o ingresos insuficientes. Ese es el perfil de quienes acuden a un techo que, sobre todo, intenta ser una lanzadera para superar las dificultades y salir adelante.

Quizá algún vecino de la zona donde se ubica intuya algo, pero no tiene un cartel ni nada que lo identifique. El objetivo es la normalización. Que sea una casa en la que vivir un máximo de seis meses -renovables en función de la situación- y en la que se intenta buscar la combinación de la independencia y el seguimiento diario. Dos trabajadoras sociales, así como una orientadora laboral, una abogada y una psicóloga, son quienes se encargan de atender a los inquilinos.

Lo explica la concejala Flora Marrero, responsable del área de Bienestar Social y Calidad de Vida, que está detrás de la acción. La encomienda la tiene la Sociedad Municipal de Viviendas de San Cristóbal de La Laguna (Muvisa). Se da la circunstancia de que, después del acuerdo adoptado la pasada semana por la Junta de Gobierno local, será esta entidad la que también se haga cargo de las dos casas para mujeres con las que cuenta La Laguna (una para aquellas que tienen hijos a su cargo y otra para las que llegan solas).

En el caso masculino, el piso se compone de cuatro habitaciones individuales y una compartida. Está también la cocina, el baño y el salón... Una casa al uso, o al menos ese es el objetivo. Antes de la entrada es necesaria una entrevista y, según detallan sus encargadas, en aquellos casos que albergan dudas sobre si el nuevo usuario tiene el perfil establecen un mes de prueba.

Al mismo tiempo que es un lugar en el que dormir, la estancia allí es utilizada para trabajar la convivencia, así como para mejorar la búsqueda de empleo. El balance que hacen quienes atienden a los residentes es "muy favorable", y se detienen en que, lejos de tratarse de un recurso para un tipo determinado de personas, a él llegan ciudadanos que tenían una situación normalizada hasta que, en un momento de sus vidas, se vieron sin dinero y sin nadie a quien poder recurrir.

Año a año, la cifra de acogidos ha sido cada vez más elevada. Los datos de Bienestar Social reflejan una subida entre 2010 y 2011 de siete a nueve; en 2012 se pasó a diez; en 2013, 2014 y 2015 fueron 14, y el pasado ejercicio se llegó a 19. Son esos los números de un servicio en el que se busca que los casos se resuelvan pronto, dado que eso significa el éxito de la vivienda y de sus usuarios.

Un testimonio: la crisis, el paro y, al final, el piso

Uno de los usuarios que años atrás pasó por el recurso, y que pide anonimato, relata el cambio de una vida normal a quedarse sin casa y de ahí al piso para hombres. Todo ello con la crisis de fondo. "Llevaba más de 20 años trabajando en una empresa y nos echaron a casi todos; me dieron una liquidación, en dos años se me fue y me vi en la calle", apunta. Los primeros meses se alojó en la sede de un equipo de fútbol gracias a la solidaridad del presidente, que le prestó una habitación. En 2013, en su primera estancia en el servicio que ofrece el ayuntamiento estuvo siete meses y logró remontar, pero nuevos problemas económicos lo llevaron hasta allí en 2014. Desde entonces hasta la actualidad, y al haber encontrado un trabajo a media jornada, ha conseguido mantenerse. Además de señalar que aquella experiencia le valió para aprender las tareas del hogar, agradece la ayuda que le brindaron las encargadas de la vivienda.

Una casa amplia y con listados de tareas

El piso cuenta con cinco habitaciones y otros espacios amplios, como la cocina y el salón. De varios tablones cuelgan normas y cuadrantes de tareas, así como algunas frases de motivación.