Ayer se demostró que, como ocurre con otros espectáculos, al final la Noche en Blanco es para muchos una excusa para desconectar un poco, dar un paseo y sentir La Laguna, como si lo demás tampoco fuera tan importante. La de este sábado no era la fiesta total de otros años. La lluvia obligó a suspender el programa matutino y a cancelar casi todas las actuaciones nocturnas al aire libre -las que necesitaban de equipos de sonido; vamos, la mayoría-. Pese a eso, la caída de la noche y una tregua que dieron las precipitaciones hicieron que las calles, sobre todo las principales, empezaran a llenarse de público y fuesen tomando otro color.

Alrededor de las 21:00 horas, el Cecopal cifraba la participación entre las 45.000 y las 50.000 personas. Eran datos para el tramo horario entre las 17:30 y las 20:30. Antes de eso, poco hubo. Solo paraguas; principalmente de aquellos que, por desconocimiento, se acercaron a la vieja Aguere en busca de unos actos que habían sido anulados. Como curiosidad, el sonido del bucio marcó el inicio de la cita, aunque fue incapaz de parar el agua, que todavía a las 18:30 horas seguía dando sustos a los organizadores y mojando a unos transeúntes bien abrigados y que, a falta de la oferta musical de otros años, apostaban por pasear por el centro y tomar algo caliente. Chocolate, castañas....

La ya tradicional comparecencia del alcalde, la concejala de Comercio y el presidente de Alapyme, acompañados por otros ediles y empresarios, pareció coincidir con el momento del despegue. A las 19:00 horas, vista desde La Concepción, la calle de La Carrera no difería tanto de otras ediciones, llena de gente y con el envoltorio de su alumbrado navideño de estrellas. En parte, ese fue uno de los planteamientos centrales de José Alberto Díaz y María José Castañeda, que pusieron de relieve ante los medios de comunicación que por el casco había bastante público. Por su parte, el representante del sector del comercio Víctor Núñez veía aquellas circunstancias meteorológicas como parte de la idiosincrasia local. No le faltaba razón.