Después de diez años de trabajo, un grupo canario de funcionarios públicos del ayuntamiento lagunero y expertos de nuestra universidad logró que la Unesco declarase La Laguna Patrimonio de la Humanidad. Pero tras la declaración, la alcaldía decidió privatizar la gestión del centro histórico. Hasta hoy, el centro es gestionado por Arquitectura, Urbanismo y Cooperación. De esta multinacional es accionista María Luisa Cerrillos, quien a su vez es la directora de la oficina pública de gestión del Plan Especial de Protección del centro histórico.

Julia Dorta, la concejala de Patrimonio, afirma que la gestión privada del centro histórico es necesaria porque "no hay personal en el ayuntamiento". ¡Qué extraño! ¿Cómo es posible que en La Laguna hubiese funcionarios y expertos capaces de obtener la dificilísima declaración de la Unesco, pero que luego son incapaces de gestionar el centro histórico? Según Dorta, la multinacional está tan cualificada que a ella le debemos el nuevo edificio del juzgado en la plaza del Adelantado, la destrucción del callejón de Maquila y una casa escalonada del siglo XVIII, la desaparición de una docena de casas terreras, la posible erradicación del estanque de los patos y el mobiliario urbano de la plaza de la Catedral... Todavía más extraño resulta que la concejala olvide que el grupo canario de funcionarios y expertos se presentó al concurso público para la gestión del centro histórico y que, tras raros descartes, se eligió la multinacional.

Las declaraciones de Dorta tienen una dimensión aún más alarmante. ¿Cómo es posible que un miembro de un partido nacionalista prefiera contratar una compañía foránea y le pague 23.234 euros mensuales (para comparar, Rajoy cobra 6.515) mientras que en las Islas el paro entre los menores de 25 años supera el 60%? ¿Por qué el grupo de gobierno no invierte el millón de euros que ha costado prorrogar cuatro veces el contrato de la multinacional para formar expertos canarios en gestión de nuestro patrimonio? Así se sacaría del paro a docenas de historiadores del arte, abogados, arquitectos y aparejadores.

Un verdadero político nacionalista invierte en su pueblo. Permítanme ponerles un gran ejemplo. Hace unos meses cené en la Universidad de Harvard con Jon Azúa, ex vicepresidente del Gobierno vasco y miembro del PNV, quien me explicó cómo Bilbao se convirtió en sede del prestigioso Museo Guggenheim. Frank Gehry, el arquitecto del edificio, exigió unos servicios de ingeniería y arquitectura que no existían en el País Vasco. Gehry pidió que los trajesen de fuera. Azúa se negó. Al contrario, su gobierno nacionalista impulsó la modernización de la compañía vasca Idom, la cual formó parte de la exitosa construcción del Guggenheim, que se ha convertido en un atractivo turístico mundial. Pero no sólo eso. Ahora, Gehry contrata los servicios de Idom para todos sus proyectos. Tras el apoyo del gobierno nacionalista, hoy Idom (www.idom.com) tiene una plantilla de 2.500 personas en cinco continentes. ¿Y en la nacionalista La Laguna?

La diferencia es abismal. En Bilbao, los políticos apostaron por modernizar una compañía local y crear puestos de trabajo estables para construir el Guggenheim y un futuro para los jóvenes vascos. En La Laguna, la alcaldía supuestamente nacionalista da la espalda a los empresarios locales y los jóvenes para seguir contratando una multinacional foránea responsable de construcciones espantosas como la nueva sede del juzgado. En Bilbao, expertos y empresarios locales colaboran en la gestión del nuevo patrimonio. En La Laguna, un centro histórico Patrimonio de la Humanidad lo gestiona chapuceramente una compañía privada.

Aún hay más. Gracias al éxito del Guggenheim-Bilbao, el nacionalista Azúa es miembro de la Fundación Guggenheim en Nueva York, una de las más influyentes del mundo. En La Laguna, una política aparentemente nacionalista con conocimiento nulo de patrimonio dirige la concejalía. Ser nacionalista en La Laguna es contratar una multinacional, pagarle 23.234 euros mensuales y, a la vez, insultar a decenas de jóvenes canarios en paro acusándolos de no estar cualificados. La realidad es que esos jóvenes tienen más conocimiento del patrimonio lagunero que la concejala y sienten más amor por su patrimonio que la multinacional. Cada mes que pasa, es otro mes perdido que una falsa política nacionalista roba a nuestra juventud; la mejor formada de nuestra historia.

*Historiador y sociólogo.

Universidad de Harvard