Cuando Xavi Hernández rompió el muro granadino a pocos minutos para el final, la locura se desató entre todos sus compañeros, que corrieron a abrazarle por su gol. Todos, excepto uno.

En el otro extremo del campo, concentrado y sin apenas inmutarse, Alex Song permanecía cerca de su área, esa zona a la que deberá adaptarse ante las últimas lesiones en la zaga azulgrana.

Es el gol el grial del fútbol, esa cima indescriptible para cualquier jugador. Por eso Xavi, la brújula azulgrana, salió disparado sin norte alguno, mientras Messi agitaba las redes de Toño con una mezcla de alegría y rabia contenida. Tito Vilanova apretaba los puños y un torrente de éxtasis se desataba en el Camp Nou.

Un fresco irrepetible que solo las victorias agónicas logran dibujar. Ajeno a todo ello, Alexandre Song (Douala, Camerún, 1987) observaba desde la lejanía, con esa flema adquirida por su paso por tierras británicas. Un leve gesto de alegría y vuelta a empezar. Otras preocupaciones, no menos importantes, rondan por su cabeza.

Llegado este verano del Arsenal por 19 millones, Song acudía, a priori, como refuerzo para el centro del campo, una suma de músculo y técnica con polivalencia demostrada para actuar como central. Pero ese reclamo le ha llegado más pronto de lo que hubiera imaginado.

En un club donde el tiempo es una vorágine que transcurre al doble de velocidad, en menos de una semana se ha pasado del debate del "falso nueve" -el complicado encaje de Cesc Fàbregas en un esquema donde Messi no se discute- al del "falso central".

En esa obra recién estrenada, Song ha pasado a encabezar el reparto y monopolizar los focos cuando apenas estaba aún empezando a adaptarse al juego azulgrana. Sus pocas apariciones habían dejado buenas sensaciones, pero solo sensaciones, al fin y al cabo.

Las lesiones de la pareja titular de centrales, Gerard Piqué y Carles Puyol, han encendido las alarmas de cara al clásico ante el Real Madrid del 7 de octubre, y obligado a diseñar una zaga en la que sus dos sustitutos son centrocampistas reciclados.

Este sábado, ante el Granada (2-0), Vilanova escogió a Song, en detrimento del joven Marc Bartra, para acompañar a Javier Mascherano en el eje de la defensa. Pivotes defensivos ambos, obligados a reinventarse en situaciones de excepcionalidad.

Mascherano lo sabe bien. Aterrizado también desde la Premier para ser competencia de Busquets, una plaga similar de lesiones propició que el cuerpo técnico decidiera probarlo como central. El experimento no fue con gaseosa, sino con un vino que madura año a año como uno de los grandes descubrimientos de la era Pep Guardiola.

La duda es si la fórmula puede repetirse de nuevo. "A Song lo fichamos para que jugara de defensa. De pivote, con Busquets por delante, solo jugaría cuatro o cinco partidos. Y para que encaje, corrija defectos y aprenda, tiene que jugar", apuntó ayer Vilanova.

En los dos últimos encuentros, el técnico ha optado por el camerunés en lugar de Bartra, central natural ascendido del filial. Una de las grandes promesas de La Masia a la que se quiere proteger. Dada su inexperiencia, cualquier error podría condenarlo. No sería la primera vez que el Camp Nou dicta sentencia a un defensa.

Algo inseguro ante el Spartak, fruto de un rol y automatismos aún no asimilados, Song mejoró ante el Granada, incluso en una defensa de tres. Si bien se mostró más férreo, la tendencia a adelantar y perder su posición son sus asignaturas pendientes a corto plazo.

Por eso quizás, cuando todo el equipo salió disparado hacia Xavi en la celebración, Song no quiso alejarse demasiado de Valdés y Mascherano, sus socios en esa nueva faceta a la que tiene que adaptarse para, más que nunca, ser el todoterreno de la era Tito.