ESTE es el día que señalamos todos (insisto, todos) para celebrar el ascenso del Tenerife a Primera. Solo que lo hicimos hace nueve meses, con el margen de error que eso conlleva. El día del pasillo, este sábado, el Tenerife va a transitar en sentido contrario. Hacia el infierno. Sé que no hay ningún descenso bonito, aunque algunos activan valores colectivos de unidad, de cohesión, de sentimiento, de rebeldía (como demostró la familia del Deportivo hace dos semanas), pero nunca imaginé que el Tenerife cayera tan bajo. No por su descenso, sino por el bochorno de este epílogo. Muchos profesionales (?) se han rajado de una manera nada disimulada, con una falta de vergüenza que debe figurar en su expediente en lo que les quede de fútbol.

Quien mal anda mal acaba. En el Tenerife no ha habido verdadera disciplina en toda la temporada. Se ha despreciado el riesgo hasta que no hubo remedio, pero sobre todo han pecado de falta de contundencia para sacar del vestuario a los cabecillas de esta farsa de temporada. Los añorantes de Oltra empujaron al vacío a Arconada y los niños bonitos de Arconada se las cobraron dejando caer a Mandía. Y así uno tras otro hasta llegar a hundir al Tenerife. Todos lo vieron y nadie quiso ponerse rojo una vez para evitar estar 42 semanas colorado. Este es el resultado. Al Tenerife lo ha descendido un mal vestuario, pero con la complacencia de un club cruzado de brazos. Ahora que ya solo podíamos aspirar a un final digno en un partido tan "delicado", aparece Cordero y le echa gasolina al fuego. La reacción de media plantilla es dejar tirados a los canteranos. Me duele el alma por la afición.