El Tenerife se ha ganado descender a la Segunda División B de la peor manera posible. Enlazar nueve jornadas sin ganar (un punto de 27 posibles) en el último tercio de Campeonato provoca un castigo justo y merecido, pero a la vez indigno por la historia de una entidad que ahora se arrastra en las profundidades de la categoría de plata, camino de un destino que no conoce desde hace 24 años y en el que volverá a habitar a partir de agosto (salvo un milagro en el que no creen ni dentro).

Es tal el estado ruinoso en el que se encuentra el club que nadie apela ya a la épica. Ni siquiera a las matemáticas. Todos han tirado la toalla. Empezando por su entrenador, David Amaral, cuya responsabilidad en esta debacle es minúscula comparada con sus antecesores en el cargo. Pero cuyos números no han ayudado a revivir al "muerto". Tres partidos después de su llegada, el balance es desolador: cero de nueve. En los siete partidos habrá en juego otra cosa aparte de la honra: el crédito de un profesional del banquillo que, viendo la situación, quizá fue más temerario que valiente a la hora de aceptar una empresa que ya parecía imposible.

El partido respondió a los peores presagios. En un Heliodoro con el peor aspecto de los últimos tres años, la frialdad se trasladó al terreno de juego en el inicio. El preparador local apostó por remodelar de nuevo su once inicial, sacrificando a Ricardo para dar entrada a Julio Álvarez. También tuvo su oportunidad Aitor Núñez, el único jugador de la plantilla que no había disputado hasta ayer un solo minuto en Liga. Desde que Melero López dio orden de arrancar las ¿hostilidades?, se notó la falta de confianza de un equipo incapaz de dar un pase a cinco metros sin temblar. Un equipo en el que muchos de los buenos han sido castigados con el banquillo que merecieron hace meses para ser reemplazados por honrados compañeros que no dan el nivel de exigencia mínimo.

Iago Falqué ya desnudó a la zaga local en una acción individual, en la que tres jugadores blanquiazules fueron incapaces de impedirle sacar un peligroso disparo (10''). Con el cuadro canario ahogándose en un mar de imprecisiones y nervios, un arranque de rabia de Omar en la izquierda le permitió meter un buen centro al área que Nino e Iriome no llegaron por poco (27'').

El conjunto de Xabi Gracia, que venía de cinco derrotas consecutivas, fue poco a poco estirándose y rondó el gol en una salida por la derecha en la que combinaron bien Falqué y Hernán Pérez, pero que no acertó a rematar con fuerza Nicki Bille (30''). Medió un resbalón de Pablo Sicilia, de ésos que te parecen desgraciados cuando las cosas van bien e inconcebibles en la actual coyuntura. Pero con el Tenerife siempre hay que pensar que la cosa es susceptible de empeorar.

El desorden y el desatino se apoderaron de toda la defensa en el gol del Villarreal B. Pudieron parar la jugada en el centro, en la banda diestra y otra vez en el centro (ya en el área). Nadie logró acertar a despejar. Iago Falqué entró en el área caminando y empujó a la red (32''). Salvó a los de David Amaral de una pitada histórica que el Heliodoro estaba medio vacío, como anticipándose a la imagen que le espera en Segunda B.

Pudo frenar al menos el "run run" Pablo Sicilia con un cabezazo que se marchó alto, tras una falta muy bien sacada por Julio Álvarez (34''). Al grancanario le entraban antes otras más complicadas y ahora falla la más fácil. Cuestión de dinámicas. Nino dispuso de la otra gran ocasión del Tenerife. Un inesperado centro de Aitor Núñez acabó en los pies del delantero almeriense que, con el portero muy encima, no atinó a rematar entre los tres palos (42''). Estas dos acciones no llegaron fruto del inexistente buen juego local, sino de dos desaprovechados regalos de la defensa castellonense. Lo curioso es que, al no encajar el empate, todavía Nicki Bille pudo aumentar la renta antes del descanso (45''). Pablo Sicilia taponó su disparo cuando ya encaraba a Sergio Aragoneses.

La reproducción de la segunda mitad debería estar prohibida por el bien de los espectadores neutrales. Y también para salvar el honor de una afición que vio correr y correr a sus jugadores. Correr y nada más. El fútbol lleva semanas en otra parte. El primer chut de un equipo que se jugaba sus "penúltimas" opciones de permanencia llegó tarde, muy tarde. Fue Josmar Zambrano, que no puso en apuros a Mariño (76'') con su blando disparo. De hecho, lo más cerca que estuvo el Tenerife de empatar fue en una falta directa lanzada por Julio Álvarez, que despejó el meta rival (91''). Y en el córner posterior (también ejecutado por Julio), que casi se cuela directo ante la indecisión visitante.