Tenerife y Valladolid empataron a cero y siguen negándose a tomar el camino de la salvación o, al menos, el de la esperanza. Empataron también a miedo, a desilusión, a falta de ideas, a escasez de fútbol y a la ausencia de una demostración de nivel para seguir en Primera. Si los dos acaban consumando el descenso, se podrá poner el vídeo del partido de ayer como explicación. A unos les pudo la responsabilidad y a los otros un conservadurismo muy propio de su técnico, que ya bajó en la Isla hace ocho años por la misma razón: una falta de ambición inexplicable.

De un equipo de Javier Clemente cualquiera puede esperar lo que ofreció el Valladolid ayer de salida. Correoso en defensa, presionando para no dejar pensar a los creadores del rival y, en ataque, rechazando la posibilidad de combinar para no perder balones en la salida que facilitaran los contragolpes insulares. Con dos puntas como Manucho y Diego Costa, intentó pelear cada pelotazo desde su defensa y generar inquietud en la contraria. La idea del técnico vasco era, en definitiva, evitar que el conjunto local tuviera continuidad en su juego, cortocircuitando así la salida nítida de Ricardo. Esa parte del guión se cumplió a la perfección, puesto que los dueños del Heliodoro, obligados a llevar la iniciativa, sólo llegaron de forma aislada. A tirones. De un mal disparo de Alfaro salió la primera ocasión, pero el remate de Nino se le fue arriba (3''). Estos dos protagonistas, con la ayuda de Juanlu, protagonizaron el siguiente ataque. Sereno taponó el tiro del delantero almeriense (14'').

Sin claridad

Perdido en el inicio de la jugada, como chocando contra un muro invisible, le costó a los de Oltra inquietar de nuevo a Villar. Lo logró de nuevo con la primera aparición potable de Bertrán en ataque. Su centro lo cabeceó fuera Richi (34''). Sufría para encontrar el camino del gol la escuadra tinerfeña y, también por los nervios propios de la trascendencia del envite, en defensa. Varias acciones sirvieron de ejemplo, pero una internada de Pedro López por la derecha fue la acción más peligrosa de los vallisoletanos en toda la primera parte. Costa no acertó en el remate… ni para aprovechar el lío posterior de la zaga local (38'').

Cuando los equipos enfilaron el camino de los vestuarios al descanso, sólo un hombre sonreía en el Heliodoro: Javier Clemente. Se estaba jugando a lo que él pretendía, a no jugar. Pareció engancharse a su fútbol el Tenerife en la reanudación, aferrándose a las acciones a balón parado. En un córner lanzado por Ayoze, llegaron a tocar Pablo Sicilia y Manolo Martínez... sin encontrar la portería pucelana (59''). Poco después, Jacobo se empleó por primera vez para tapar un remate de Culebras, tras varios rechaces en el área a la salida de otro córner (61''). El guardameta había entrado tras el descanso por el lesionado Villar.

Entraron en escena los técnicos con sus cambios. El segundo de Clemente (Canobbio por Manucho) le dio algo de aire al Valladolid, que rondó el área de Aragoneses por primera vez. Diego Costa cabeceó fuera un saque de esquina (69''). Oltra había dado entrada a Dinei, rindiéndose a las intenciones visitantes. Estos querían que su rival no tocara y, desde la entrada del brasileño, casi renunció a intentarlo. Peor fue la salida de Richi del terreno de juego porque quedó desnudo el centro del campo local. Ricardo, solo, se vio desbordado y tuvo que consagrarse al trabajo defensivo. El partido entró en un territorio pantanoso para el Tenerife, que permitía el ida y vuelta constante. El miedo de su adversario le salvó de un mal peor.

Alfaro (72'' y 77'') ensayó el disparo desde la frontal del área sin éxito en los únicos ataques que lograron finalizar los blanquiazules en este tramo. Mientras se debatía en el banquillo insular sobre un cambio que se veía a la legua, el tiempo pasaba. Diego Costa no resolvió bien un contragolpe claro para los intereses vallisoletanos (79''). Luego, Canobbio le pegó mal desde la frontal (83''). Cuando Oltra se decidió a dar entrada a Mikel Alonso, quedaba demasiado poco para reordenarse. Parte del público pitó la entrada del tolosarra, entendiendo que hacía falta otro atacante sobre el césped. Pero, en realidad, ¿para qué quieres delanteros si el balón no llega hasta ellos?

Los últimos minutos fueron pura impotencia, como tantas otras veces durante este curso. En la grada, algunos buscaban la salida para ir a ver el Madrid-Barça. Toda una escenificación del destino que, salvo milagro, le espera a este equipo: la Primera abandona el Heliodoro y habrá que verla por la tele. El margen de error es ya casi inexistente. Sólo queda agarrarse a la condición de talismán de El Molinón y a que otros sigan fallando.