Nursultán Nazarbáyev, el último de los líderes soviéticos, abandonó hoy el primer plano de la escena política al anunciar su dimisión como presidente de Kazajistán, tras gobernar este gigantesco país centroasiático durante casi 30 años.

En un sorpresivo mensaje a la nación, el líder kazajo, de 78 años, anunció su dimisión a partir de mañana miércoles de la jefatura del Estado, pero precisó que se mantendrá al frente del partido oficialista Nur Otan y del Consejo de Seguridad del país.

Nazarbáyev, que llegó a la jefatura del Partido Comunista de Kazajistán en 1989, dos años antes del descalabro de la Unión Soviética, fue en su momento uno de los principales apoyos de Mijaíl Gorbachov en su esfuerzos, estériles a la postre, de impedir la desintegración del Estado soviético.

Tras el colapso del imperio soviético, abogó activamente por la conservación de los lazos entre las repúblicas soviéticas, siendo uno de los más fervientes impulsores de la nueva Comunidad de Estados Independientes.

Además de conservar las buenas relaciones con Moscú, el líder kazajo abrió su país a la cooperación con Occidente y Oriente, política que le ha permitido posicionar a Kazajistán en la comunidad internacional.

Muestra de ello fue la presidencia de turno de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ejercida en 2010 por Kazajistán, que con cerca de 18 millones de habitantes es el noveno país del mundo por extensión.

Uno de los grandes méritos que se le atribuyen a Nazarbáyev es el hecho de que Kazajistán es la única de las antiguas repúblicas soviéticas, sin contar las bálticas -Estonia, Letonia y Lituania-, que no ha sido escenario de violencia ni se ha visto involucrada en conflictos armados.

El presidente kazajo considera que la transición a la democracia debe asentarse sobre una base económica sólida y ha propuesto como meta que el país, poseedor de ingentes reservas de hidrocarburos y uranio, se sitúe entre los 30 Estados más desarrollados del mundo antes de 2050.

En 2010 fue declarado por el Parlamento "padre de la nación", título que obliga a consensuar con él, incluso después de su retiro, todos los asuntos relacionados con la seguridad del país, así como con su política exterior e interior.

Sus detractores lo acusan de haber creado un régimen corrupto y de intentar acabar con toda oposición política.

En las elecciones presidenciales de 2015, boicoteadas por la oposición, Nazarbáyev obtuvo el 95,55 % de los votos.

El mismo día de los comicios, uno de los asesores de Nazarbayév vaticinó que los observadores europeos avalarían el carácter democrático de los mismos.

Sin embargo, el dictamen de la misión de la OSCE fue desfavorable y consignó que las elecciones no se correspondieron con una serie de estándares democráticos.

Aún así, los observadores de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa consideraron que los resultados de los comicios reflejaron la voluntad de los kazajos.

Mientras "papá", como llaman coloquialmente a Nazarbáyev algunos funcionarios kazajos, se hallaba en el puente de mando la estabilidad en el país estaba garantizada.

Pero desde hacía ya tiempo la avanzada edad del líder kazajo había puesto sobre la mesa el problema de la sucesión.

Nazarbáyev, casado con la economista Sara Nazarbáyeva, tiene tres hijas, la mayor de las cuales, Dariga, que ha sido vicepresidenta del Gobierno y actualmente ocupa un escaño en el Senado.

En cierto momento algunos analistas contemplaron la posibilidad de una sucesión dinástica, como ocurrió en Azerbaiyán, donde en 2003 Ilham Alíev sucedió en el poder a su padre, Heydar, pero actualmente está descartado.

"Creo que (Kasim-Zhomart) Tokáyev es precisamente la persona a la que le podemos confiar el Gobierno de Kazajistán", dijo hoy Nazarbáyev, el referirse al presidente del Senado, quien mañana asumirá las funciones del jefe del Estado.

Según la Constitución kazaja, Tokáyev ejercerá las facultades presidenciales durante el año que resta del mandato obtenido por Nazarbáyev en las urnas en 2015.