Paul Manafort, el excéntrico pero experto estratega que dirigió parte de la campaña a la Casa Blanca del ahora presidente de EE.UU., Donald Trump, seguirá apartado de su vida de lujos y altas influencias para cumplir los casi 4 años de cárcel a los que fue condenado hoy por fraude fiscal y bancario.

Nacido hace casi 70 años en New Britain (Connecticut, EE.UU.), Manafort ha dedicado su vida profesional al cabildeo, lo que en Washington se conoce como "lobby", rodeando a influyentes líderes nacionales e internacionales.

Casado durante cuarenta años y padre de dos hijas, Manafort entró en la campaña de Trump en marzo de 2016 y en junio ascendió hasta su jefatura máxima antes de verse obligado a dimitir ese mismo agosto al descubrirse que ocultó a las autoridades un pago de 12,7 millones de dólares proveniente de Ucrania.

Esa asesoría al depuesto presidente ucraniano Viktor Yanukovich fue la que le hizo caer en desgracia, pero durante su carrera, Manafort se vinculó con personajes polémicos como los exdictadores Ferdinand Marcos (Filipinas) y Joseph Mobutu Sese Seko (Zaire, hoy República Democrática del Congo).

En EE.UU. tuvo en su cartera de clientes a los expresidentes Ronald Reagan y George H. W. Bush.

Su acaudalada actividad profesional le permitió llevar una vida de lujos hasta que ingresó en prisión el pasado 15 de junio.

En el allanamiento a una de sus propiedades le encontraron una chaqueta de piel de pitón de 18.500 dólares, entre una gran colección de trajes y ropa.

Manafort compraba en las tiendas más exclusivas de Beverly Hills, donde acumulaba facturas de decenas de miles de dólares que pagaba con transferencias bancarias internacionales, en su mayoría cuentas en Chipre.

También tenía una colección de vehículos de lujo y varias propiedades en Nueva York, Washington y Florida.

Sin embargo, su llegada a la campaña de Trump despertó interés en su actividad profesional y le puso más tarde en la lupa del fiscal especial Robert Mueller, que desde mayo de 2017 investiga la presunta injerencia del Kremlin en las elecciones del año anterior.

Para forzarle a colaborar con sus fiscales, Mueller investigó a Manafort y le acusó de 18 delitos fiscales que nada tenían que ver con la trama rusa.

Pese a declararse no culpable de esos delitos, hoy fue condenado por ocho de ellos a tres años y 11 meses de cárcel, lejos de los 24 años que hubiese podido enfrentar.

El juez, T.S. Ellis, dijo que esa hubiese sido una cifra excesiva para un hombre que "ha vivido una vida irreprensible" excepto por "el robo de dinero a todos los que pagan impuestos". Manafort, por su parte, dijo sentirse "humillado y avergonzado".

En una causa separada todavía pendiente, Manafort está acusado de trabajar durante años para gobiernos extranjeros sin informar al Ejecutivo de EE.UU. ni cotizar al erario público, como marca la ley.

Está previsto que el próximo miércoles, 13 de marzo, Manafort reciba la condena de este segundo caso, que deberá sumar a los 3 años y 11 meses.

A raíz de estas acusaciones, Mueller consiguió la colaboración de Manafort, que terminó por firmar un acuerdo de cooperación con sus fiscales para investigar la campaña de Trump a cambio de recibir una condena reducida.

Sin embargo, Mueller rompió el trato al considerar que Manafort le había mentido de forma reiterada, algo que la jueza Amy Berman Jackson ha considerado probado y que podría sumarle años a la condena de la próxima semana.

Manafort fue puesto bajo arresto domiciliario tras su imputación el 30 de octubre de 2017, pero el 15 de junio del año pasado se decretó su ingreso en prisión al ser acusado de intentar influir en las declaraciones de otros testigos.

La caída en desgracia de Manafort se suma a la de Michael Cohen, exabogado de Trump, condenado a 3 años de cárcel por delitos sobre financiación de campaña, sentencias con las que Mueller estrecha el cerco sobre el presidente estadounidense.