El secretario general de la ONU, António Guterres, y las autoridades de Nagasaki hicieron hoy una llamada a desbloquear los esfuerzos internacionales para el desarme nuclear, durante el 73 aniversario del bombardeo atómico de dicha ciudad nipona.

El máximo responsable de Naciones Unidas pidió a las potencias nucleares que lideren el movimiento global para acabar con las armas atómicas y conseguir así "que nunca vuelva a haber un Hiroshima o un Nagasaki", durante un discurso pronunciado en la ceremonia que acogió hoy la ciudad portuaria nipona.

Guterres, de visita en Japón desde el pasado martes, asistió a la ceremonia celebrada en el Parque de la Paz de Nagasaki -ubicado en el hipocentro de la explosión nuclear que tuvo lugar el 9 de agosto de 1945- junto al primer ministro nipón, Shinzo Abe, el alcalde de la ciudad, Tomihisa Taue, y representantes de 71 países.

El secretario general de Naciones Unidas afirmó que Nagasaki es "un monumento a la capacidad de sobreponerse" a la tragedia, y afirmó que los supervivientes al ataque atómico "son un referente para la paz y para el desarme nuclear".

Guterres lamentó que 73 años después del bombardeo "todavía haya mucha gente que viva bajo el miedo a una guerra atómica, en Japón y en otras partes del noreste de Asia", en alusión a los temores a un posible conflicto nuclear en la península de Corea, despejados temporalmente con el proceso de diálogo abierto con Pionyang.

También aprovechó la ocasión para criticar que muchos países "sigan gastando grandes sumas en modernizar sus arsenales nucleares", y señaló que los procesos de desarme se han "ralentizado o incluso detenido".

En este sentido, recordó que en julio del año pasado la mayoría de países de Naciones Unidas apoyaron el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, firmado por estados 122 miembros aunque con la notables ausencia de las potencias atómicas y sus aliados, Japón entre ellos.

Los países que poseen el arma atómica "tienen una especial responsabilidad para liderar estos esfuerzos", dijo Guterres, quien añadió que el desarme constituye "la mejor fuerza para la paz y la estabilidad" internacionales.

En 2017, las potencias nucleares dedicaron 1,7 billones de dólares a gasto militar, lo que supone la cantidad más alta desde el final de la Guerra Fría, según datos de la ONU.

El alcalde de Nagasaki también lanzó un contundente mensaje a favor del desarme, y urgió al Gobierno central a suscribir el antes citado acuerdo, puesto que Japón "tiene la obligación moral de lograr un mundo libre de armas nucleares al ser el único país que ha sido víctima de un ataque nuclear".

El primer ministro nipón, por su parte, señaló que Japón "quiere hacer una contribución activa" en este sentido, y destacó la necesidad de "superar las diferencias existentes entre los países que son potencias nucleares y los que no" para desbloquear el movimiento de desarme.

Estas intervenciones sucedieron al minuto de silencio guardado en memoria de las víctimas a las 11.02 (02.02 GMT), la hora exacta en la que la bomba "Fat man" estalló sobre la ciudad, lo que mató en el acto a 74.000 personas, mientras que otras 63.000 murieron posteriormente por la radiación y las heridas causadas por la explosión.

Uno de los "hibakusha" o supervivientes al bombardeo, Terumi Tanaka, relató que para él es "imposible borrar los horribles recuerdos" de aquél día, cuando encontró a cinco miembros de su familia carbonizados por la explosión.

"Yo sobreviví milagrosamente, pero esto es algo que nunca podré perdonar. Nadie en el mundo debería volver a experimentar este sufrimiento", afirmó Tanaka, quien a sus 86 años es uno de los cerca de 154.0000 "hibakusha" que quedan en Japón.

Las bombas nucleares arrojadas en Hiroshima y Nagasaki convirtieron a Japón en la única nación que ha sido atacada con armas atómicas, y forzaron poco después la capitulación del país en la II Guerra Mundial.