Tajul Islam todavía no se cree la suerte que tuvo de sobrevivir al derrumbe del Rana Plaza que el 24 de abril de 2013 causó 1.130 muertos y 2.500 heridos, pero cinco años después de la tragedia todavía le persiguen, como a muchos otros, las secuelas psicológicas y la pesadilla del desempleo.

Hace hoy cinco años, las nueve plantas del edificio en que operaban cinco fábricas textiles suministradoras de una treintena de marcas de ropa internacionales se derrumbaron e Islam quedó atrapado junto a otras siete personas entre los escombros del tercer piso, donde se ubicaba su empleador Phantom Apparels.

"Comimos arena y bebimos orina para sobrevivir durante aquellos cuatro días", relató la víctima, que todavía sufre pesadillas cinco años después, y aún recuerda cómo una chica que quedó atrapada en la misa esquina le llegó a amamantar para que no falleciera por falta de agua.

"Había entre diez y doce cuerpos a nuestro alrededor, era difícil moverse así que cubrimos los cadáveres con algo de ropa y dormimos allí mismo", agregó en una oficina cercana al lugar donde un día se erigió el Rana Plaza.

Islam tuvo suerte de no sufrir lesiones físicas graves, pero la huella psicológica de la tragedia le impidió durante mucho tiempo volver a trabajar, aterrorizado con tan solo ver un edificio.

Su mujer se marchó con su hijo de 3 años porque ya no podía mantenerles y no fue hasta hace poco cuando pudo aceptar un trabajo en una sastrería.

La historia de Sagar Mahmud no es muy diferente.

Herido en la pierna izquierda y la cabeza a causa del derrumbe, pasó mucho tiempo hasta que logró afrontar su trauma psicológico y su dolor físico y regresar al mundo laboral en enero de 2017.

Pero la alegría le duró apenas un año, ya que acaba de ser despedido por no poder responder a la exigencia física que le impone su nuevo trabajo.

De acuerdo con un reciente informe de la ONG ActionAid, casi el 49 % de los supervivientes del Rana Plaza aseguran que están desempleados, mientras que más de un 51 % todavía sufren secuelas físicas o psicológicas.

Por su parte, la Asociación de Exportadores y Fabricantes de Ropa de Bangladesh (BGMEA) asegura que ha ayudado a 850 de los 2.500 supervivientes a recibir tratamiento en hospitales de Dacca y Savar, subdistrito del extrarradio de la capital donde se ubicaba el Rana Plaza.

"De entre los supervivientes del Rana Plaza, aquellos que todavía no han regresado a sus vidas normales, BGMEA les está haciendo un seguimiento regular", aseveró la asociación el sábado en un comunicado.

Shila Begum, viuda y madre de una niña de 13 años, tampoco ha podido volver a trabajar, lastrada por una mano inmóvil.

"Mi mano derecha quedó atrapada entre trozos de escombros y una barra de hormigón cayó sobre mi estómago durante el accidente", explicó Begum, que fue rescatada tras 16 horas bajo los restos del edificio.

Entonces operadora de maquinaria para la empresa Ether Tex, la mujer asegura que todavía no puede mover esa mano, por lo que le resulta imposible trabajar para ganarse la vida.

"Mi hija y yo sobrevivimos ahora a merced de otras personas", sentenció.

A menudo, Begum visita el lugar de la tragedia, hoy una zanja cubierta de jacintos de agua. Dice que, sin un trabajo, no tiene nada mejor que hacer.

En 2014, una federación de sindicatos bangladesí la invitó a Francia, Alemania, Italia y Holanda para que compartiese su experiencia con los consumidores, compradores y los medios, algo que no ha traído "ningún cambio" a su vida.

"En cinco años me dieron sólo 19.500 takas (2.378 dólares) de ayudas, que gasté hace ya mucho tiempo. Hace dos meses tuve que dejar de enviar a mi hija al colegio porque ya no me lo puedo permitir", lamentó.