Después de cosechar en septiembre pasado el peor resultado electoral de su historia, y tras cinco meses marcados por cambios de rumbo y divisiones internas, el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) ha apostado todo a una tercera gran coalición con Angela Merkel.

Todas las encuestas de las últimas semanas señalan que, de celebrarse ahora elecciones, el SPD caería por debajo del mínimo histórico de septiembre (20,5 %) y un sondeo llegó a descabalgarles de la segunda posición en favor del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).

El 66% de la militancia del SPD atendió a la llamada a la responsabilidad lanzadas por la dirección durante las últimas semanas, alertando de que rechazar la entrada en el gobierno era abocar al país a nuevos comicios, con resultados inciertos para su partido.

Los militantes han apostado por la estabilidad, aunque el resultado de la consulta, con el 33% en contra de reeditar la gran coalición, evidencia también el divorcio de parte de las bases con la cúpula de un partido, un fenómeno que comenzó a arraigar durante el mandato del canciller Gerhard Schröder (1998-2005).

La denominada Agenda 2010, el paquete de reformas y recortes de Schröder para superar la crisis alemana de principios de siglo, rompió al SPD y provocó la salida de quien había sido su presiente, Oskar Lafontaine, quien amalgamó a la disidencia socialdemócrata con los postcomunistas para formar la actual La Izquierda.

A la postre, aquellos recortes abrió la puerta de la Cancillería por vez primera a Merkel, que ganó las elecciones anticipadas convocadas en 2005.

La líder cristianodemócrata venció por un estrecho margen (obtuvo un 35,2% de los votos, frente al 34,2% del SPD) y formó su primera gran coalición con los socialdemócratas, que se hundieron al acabar la legislatura y lograron sólo un 23% de las papeletas en los comicios de 2009.

Tras esas elecciones, Merkel eligió como aliado para su segunda legislatura a los liberales, con quienes lideró en Europa el discurso de la austeridad en plena crisis financiera.

Los socialdemócratas no supieron aprovechar su paso por la oposición para recuperar el terreno perdido y en 2013 apenas mejoraron sus resultados (25,7%), mientras Merkel engullía a otro socio y los liberales quedaban fuera del Parlamento.

Necesitada de un nuevo aliado para su tercera legislatura, la canciller ofreció el puesto otra vez a los socialdemócratas, con quienes consensuó un ambicioso programa de gobierno que incluía las principales reivindicaciones electorales del SPD, como el salario mínimo interprofesional.

El SPD, consciente de la sangría de votos tras la primera gran coalición con Merkel, sometió por primera vez el acuerdo de gobierno a una consulta vinculante entre sus militantes y, en aquella ocasión, el 75,9% lo aprobó.

Pero el partido fue incapaz de rentabilizar su trabajo en la gran coalición y las urnas volvieron a castigarle el pasado septiembre, comenzado entonces un tortuoso camino que expuso a la luz sus heridas internas.

El expresidente del Parlamento Europeo Martin Schulz, que llegó a Berlín a comienzos de 2017 como la esperanza socialdemócrata para luchar frente a Merkel, rechazó en campaña reeditar la gran coalición y reiteró su negativa tras la debacle electoral, convencido de que el partido debía renovarse en la oposición.

La canciller intentó entonces negociar una inédita alianza tripartita con verdes y liberales, pero éstos últimos rompieron las negociaciones y crecieron las presiones sobre Schulz.

El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, instó a la reflexión para evitar la repetición electoral y desde el presiente francés, Emmanuel Macron, al primer ministro griego, Alexis Tsipras, apremiaron a Schulz a dialogar.

Con apoyo de la dirección, el entonces todavía líder del SPD inició una larga ronda de "conversaciones de sondeo" con la canciller y el 21 de enero el 56 % del partido dio luz verde a la apertura de negociaciones formales en un congreso extraordinario.

En él se evidenció la división interna, con los sectores de la izquierda y las juventudes en contra de una alianza que, argumentaban, volvería a devorarlos sin haber tenido tiempo de iniciar el necesario proceso de regeneración.

Tras reuniones maratonianas, Merkel y Schulz cerraron el 7 de febrero un acuerdo de gobierno de 177 páginas en el que los socialdemócratas volvieron a introducir muchas de sus iniciativas y se hicieron con el codiciado Ministerio de Finanzas.

Los militantes avalaron hoy ese pacto, confiando en que la nueva dirección del SPD, que será elegida en abril, sea capaz de renovar al partido sentado de nuevo al lado de Merkel en la mesa del Consejo de Ministros.