La reforma tributaria de Argentina tiene como pilar central una bajada de impuestos a las empresas para fomentar las inversiones y el despegue de la actividad económica, aunque topa con la dificultad del Gobierno de tener que enfrentar al mismo tiempo el déficit fiscal.

La nueva norma, aprobada este miércoles en el Senado, reduce el impuesto a las ganancias empresariales del 35 % al 30 % el próximo año, y de ahí al 25 % definitivo en 2019, aunque esta rebaja solo se aplica a las compañías que reinviertan sus beneficios; si deciden repartirlos entre su accionistas, pagarán siete puntos porcentuales adicionales en 2018 y trece el año siguiente.

Con la presión fiscal argentina, una de las más altas del mundo -según el experto tributarista Iván Sasovsky, fundador de Sasovsky y Asociados-, actualmente en el 35 % del PIB, el Gobierno de Mauricio Macri espera rebajarla 1,5 puntos porcentuales con la reforma, de los cuales un punto correspondería a la mencionada reducción para las empresas.

El medio punto restante corresponde a otras bajadas y exenciones de impuestos, entre los que destacan la supresión de los aportes patronales en los salarios de hasta 12.000 pesos (unos 640 dólares) y la eliminación del llamado impuesto al cheque, que grava los créditos y débitos bancarios.

Ambos recortes de impuestos se alcanzarán de manera progresiva en 2022, como parte del "gradualismo" prometido por Macri para afrontar su programa económico.

Aunque netamente la reforma contempla una reducción de la presión fiscal, la norma crea y aumenta otros tributos, como el que comenzará a aplicarse a servicios digitales como Netflix o Spotify, y el que gravará los beneficios obtenidos de activos financieros por las personas físicas, que hasta ahora estaban eximidas.

En medio de la negociación para conseguir los votos para sacar adelante la reforma, el Gobierno dio marcha atrás con algunos tributos planeados inicialmente, como el del vino, que seguirá sin carga impositiva por considerar que lo contrario podría afectar a las economías regionales, o el de la cerveza, que no subirá para compensar la exención en su competidor.

En opinión del director de la consultora Econométrica, Ramiro Castiñeira, la reforma tributaria se ha encontrado con la dificultad de que pretende bajar la presión tributaria "en un contexto donde el déficit fiscal sigue siendo muy elevado", por lo que "tiene gusto a poco", aunque aseguró que es un paso positivo para la competitividad y el desarrollo económico del país.

En el fondo de la cuestión está el anhelo del Gobierno de que los beneficios a las empresas hagan a Argentina más atractiva frente a otros países de la región y lleguen de ese modo inversiones internacionales, que por el momento lo han hecho a niveles mucho más bajos de lo deseado.

No obstante, para el economista Pablo Tigani, este enfoque no dará los resultados esperados, ya que las compañías carecen de "incentivos" para invertir en un país en el que se están desarrollando políticas de ajuste, con salarios y pensiones a la baja, lo que afecta al consumo, que, según el analista, es una variable tanto o más importante para las empresas que la tributación.

Tigani tildó de "regresiva" la nueva ley, ya que "concentra el potencial de riqueza del lado de los que tienen mayores ingresos", mientras que "debilita" y carga aún más a los trabajadores con el peso de la recaudación.