Los mítines de Jean-Luc Mélenchon ya no acaban con el canto de "La Internacional". La retórica antisistema de este candidato presidencial atrae a franceses de todo tipo, muchos de los cuales no conocen la letra del himno obrero, señal de que el rey de los mítines ha ampliado su base electoral.

Aliado al Partido Comunista de Francia, Mélenchon cierra sus mítines con el canto de "La Marsellesa" porque "se dirige a todo un país" y quiere hacerlo a través de un ejercicio que domina con naturalidad.

"El mitin está denostado por aquellos que no son capaces de llenar una sala. A nosotros nos parece un arma electoral", asegura Bastien Lachaud, responsable de organización de los actos de Mélenchon.

En pie, sin atril, deambulante por un escenario amplio, sin leer un discurso, el político de 65 años despliega retórica y humor, propuestas y dardos a sus rivales, en actos que reúnen a cientos de miles de personas entusiastas.

Las imágenes del candidato dirigiéndose a una masa que corea su nombre, que ondean las pancartas de su partido, se han convertido en su imagen de marca, hasta el punto de que los sondeos le sitúan cerca de la segunda vuelta de las presidenciales, el próximo 7 de mayo.

Su verbo afilado atrae a electores de la izquierda hasta el punto de haber secado prácticamente el caladero de votos del socialista Benoît Hamon.

Pero su universo electoral se ha ampliado y en sus mítines abundan electores procedentes de otros universos, desde decepcionados con el presidente François Hollande hasta algunos procedentes de la esfera conservadora e, incluso, de la extrema derecha, atraídos por sus propuestas rompedoras y proteccionistas.

El pasado 18 de marzo reunió a decenas de miles de personas en la plaza de la República de París, en un mitin con el que relanzó su campaña electoral. El pasado domingo repitió el ejercicio en Marsella, la segunda ciudad del país, cuyo emblemático puerto antiguo acogió a 70.000 entusiastas, según los organizadores.

Tal es la fe que el candidato izquierdista tiene en los mítines que los replica gracias a su retransmisión en paralelo en diversas ciudades, en las que, mientras Mélenchon habla en un lugar, su imagen es reproducida con un holograma en otras.

Una experiencia que llevará a su máximo nivel dentro de una semana, a cinco días de la primera vuelta del próximo día 23, cuando el candidato pronunciará un mitin en Dijon (centro) que su holograma reproducirá simultáneamente en seis ciudades.

"Un mitin reúne a mucha gente, pero a través de las nuevas tecnologías puede convertirse en un evento", relata Lachaud, que cifra en "millones" las personas que han llegado a ver en internet las intervenciones de su candidato.

A diferencia de las entrevistas periodísticas, en las que hay que buscar la frase punzante que quede en la memoria del espectador, Mélencho despliega su retórica en los largos mítines sin interrupciones, "lo que le permite explicar un programa complejo por su profundidad", agrega el responsable.

Por el momento la fórmula funciona y, pese a que los sondeos le dieron como ganador de los dos debates televisados, prefiere los mítines y es el único candidato que se niega a celebrar un tercer duelo con sus diez rivales ante las cámaras.

La dinámica es favorable y, con el viento en popa, Mélenchon aspira a convertirse en la sorpresa de la primera vuelta.

Aunque en su partido nadie vende todavía la piel del oso, porque, como recuerda el candidato izquierdista, en 2012 también navegaba a favor de corriente en las encuestas a dos semanas de la primera vuelta, cuando le situaban en tercera posición ligeramente por detrás del socialista François Hollande y del saliente conservador Nicolas Sarkozy.

Entonces fue víctima del voto útil que prefirió reforzar al candidato socialista, lo que dejó a Mélenchon ligeramente por encima del 10 % de los sufragios, un resultado decepcionante para él.