En un país hermético en el que la salud de su enfermo presidente es un secreto de Estado, la cancelación de la visita oficial que hoy tenía previsto iniciar a Argelia la canciller alemana, Angela Merkel, no es una cuestión baladí.

Nada más oficializarse la noticia, las especulaciones en la calle y en los medios de oposición sobre el verdadero estado de Adelaziz Buteflika, de 79 años, se han multiplicado.

Máxime cuando el comunicado oficial emitido por la presidencia y divulgado a través de la agencia oficial de noticias APS admitió, por vez primera, que la anulación de la visita se ha debido a un problema serio de salud del mandatario.

"Las autoridades argelinas y alemanes decidieron hoy, de común acuerdo, aplazar la visita oficial que iba a realizar a Argelia Angela Merkel, canciller de la República Federal de Alemania", indica la nota presidencial.

"Esta visita será programada de nuevo en una fecha que convenga a ambas partes. El presidente Buteflika, que se encuentra en su residencia en Argel, está indispuesto de forma temporal, debido a una bronquitis aguda", agrega.

Preguntado por Efe, un miembro de la presidencia señaló que, a día de hoy, no hay nueva fecha en el horizonte.

Analistas y periodistas locales recuerdan que esta es la primera vez también que el mandatario argelino, en el poder desde 1999 y ganador de los comicios presidenciales de 2014 pese a no poder hacer campaña electoral por enfermedad, cancela la visita de un líder occidental.

Víctima de un derrame cerebral en 2013, el estado de salud de Buteflika es un enigma desde entonces.

Desde aquella fecha, apenas aparece en público y las pocas ocasiones en las que se le ve es a través de las imágenes que proporcionan la televisión estatal y otros medios públicos, únicos invitados a los actos presidenciales.

Hace tiempo que no se dirige al pueblo con su propia voz y en los actos en los que se le ha visto a lo largo de 2016 apareció siempre en silla de ruedas, empujado por su hermano Said, al que algunos señalan como su sucesor.

Porque ese es otro de los grandes misterios que tienen en vilo a la población argelina: al igual que se desconoce el estado de salud real del mandatario, apenas hay pistas ciertas sobre qué pasará el día que abandone el poder.

Todas estas incertidumbres se dispararon a mediados del pasado abril, después de que el entonces primer ministro francés Manuel Valls subiera un foto a las redes sociales en la que se veía al mandatario con la mirada perdida y visiblemente debilitado durante una recepción oficial.

La instantánea fue criticada por Amar Saadani, secretario general del Frente de Liberación Nacional (FLN), el partido del Buteflika, quien advirtió a Francia con ironía de que los presidentes en Argelia los cambia el pueblo y no en el exterior.

Desde aquella polémica, el mandatario ha aparecido al menos cuatro veces en la televisión estatal, la última de ellas el pasado diciembre en la inauguración de una nueva vía ferroviaria en el extrarradio de la capital.

Buteflika fue subido al tren, que se detuvo en la estación de la universidad, donde sin levantarse descorrió una cortinilla que ocultaba la placa conmemorativa de la nueva "medina", siempre acompañado por su hermano y por el primer ministro, Abdelmalek Sellal.

Pero también se ha informado en dos ocasiones de que ha viajado a clínicas en Suiza y Francia, donde se ha sometido durante periodos de casi una semana a lo que la prensa estatal denomina "controles médicos rutinarios".

En medio de tanta conjetura, las autoridades argelinas salen a la palestra de vez en cuando para recordar que Buteflika, hombre al que se considera el pacificador tras la guerra civil contra el salafismo violento que asoló el país en la década de los noventa, podía aspirar a un quinto mandato.

Una declaración de las que muchos argelinos aún no se atreven a dudar, en voz alta.