El líder maoísta Pushpa Kamal Dahal acaba de comenzar un Gobierno en Nepal que durará 18 meses y que deberá lidiar con problemas que requieren mucho más tiempo, como las aspiraciones políticas de las minorías, la crisis económica y la reconstrucción de un país hundido desde el terremoto del año pasado.

Al frente de un Gobierno que debe cubrir el mandato hasta enero de 2017, Dahal, del Partido Comunista de Nepal (UCPN, maoísta), tendrá un periodo de 18 meses que puede quedar reducido a nueve si, como presumiblemente sucederá, pasa el testigo a sus aliados del partido Congreso Nepalí (NC), la formación con mayor representación parlamentaria, a mitad de mandato.

La coalición contará con el apoyo de los partidos de la alianza de la región Terai (Madhesh), agitadores de las protestas que arrancaron en septiembre del año pasado tras la aprobación de la Constitución, por considerar que ésta no salvaguardaba sus intereses, y que generaron un perjuicio económico al país superior incluso al del terremoto de abril.

El importante apoyo de los partidos madhesi, que buscan para ellos una provincia más de las siete que ya contempla la Constitución y que -con el trasfondo del control de los aranceles- esas dos provincias sean las únicas que tengan frontera con la India, impone un compromiso a Dahal que de no ser cumplido hará caer su Gobierno como un castillo de naipes.

"Dahal parece haberse dado cuenta de las demandas de los madhesi y ha prometido resolverlas de manera adecuada, si esto no sucede, los asuntos de Madhesh serán la causa principal de la caída del Gobierno", indicó Vijay Kanta Karna, profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Tribhuvan.

Pero eso no será nada sencillo, porque reformar la Constitución requiere un quórum de dos tercios en el Parlamento y la coalición de Gobierno más los partidos madhesi (que han rechazado entrar directamente en el Ejecutivo) cuenta con 363 de los 595 miembros, 34 menos de los que requiere para alcanzar la mayoría cualificada.

"Por tanto, Dahal tiene que conseguir el apoyo del Partido Comunista Unificado (CPN-UML, marxista-leninista)", indicó el analista político Hari Roka, al subrayar lo complicado de contar con el voto de un partido con el que los maoístas comenzaron coalición de Gobierno en octubre del año pasado y al que abandonaron forzando a Sharma Oli a dimitir el pasado 24 de julio como primer ministro.

Todo esto en un contexto de urgencia por la falta de solución a los graves problemas que ocasionó el terremoto que en abril del año pasado causó casi 9.000 muertos, más de 20.000 heridos y unos 7.000 millones de dólares de pérdidas.

El Gobierno aún no ha sido capaz de distribuir completamente la primera compensación económica de 50.000 rupias nepalíes (468 dólares) a quienes se quedaron sin casa.

"El reparto de la ayuda de vivienda está tardando demasiado", indicó Govinda Pokhrel, exjefe de la Autoridad Nacional de Reconstrucción (NRA), organismo encargado de reconstruir las zonas afectadas.

"El retraso ha reducido drásticamente la confianza de la gente en el Gobierno y esto tendrá sus efectos a largo plazo", auguró Pokhrel.

Por si fuera poco, Dahal, líder guerrillero maoísta durante la guerra que desangró al país entre 1996 y 2006, deberá encargar elecciones locales, provinciales y federales tal y como prevé la Constitución.

"Habrá una crisis si las elecciones federales no tienen lugar antes del 20 de enero de 2018", indicó Roka.

En la arena internacional, el nuevo Gobierno también tiene la complicada misión de lidiar con dos potencias que encuentran en Nepal un tapón: China y la India, especialmente esta última, de la que el país del Himalaya tiene una dependencia económica casi total.

El analista y escritor Aditya Adhikari indicó que en este segundo mandato de Dahal, que ya fue ministro durante nueve meses entre 2008 y 2009, tratará de atraer a la burocracia, el Ejército y la India.

"Estos tres elementos son importantes en la política nepalí", recalcó.

En ese sentido, afirmó que "Dahal trabajará de cerca con la India para reconducir la relación, pero también con China para hacer ver que no está en contra de las decisiones que tomó el anterior Gobierno de Oli".

Oli abrió nuevos canales comerciales y económicos con China tras las protestas de los Terai que sumieron al país en cinco meses de bloqueo económico que causó desabastecimiento y un agujero económico de más de 10.000 millones de dólares, para un país con un Producto Interior Bruto de algo más de 20.000 millones.