Cuando se cumplen cinco años de la catástrofe nuclear de Fukushima, la central nipona ha logrado mejoras visibles y avances en el control de las fugas radiactivas, aunque aún queda por delante un largo y complejo proceso de desmantelamiento.

Dentro de las instalaciones nucleares apenas quedan huellas de una de las perores crisis atómicas de la historia- causada por un terremoto y posterior tsunami el 11 de marzo de 2011- aparte de los obreros con trajes antirradiación y de las excepcionales medidas de seguridad para acceder al recinto.

Uno de los progresos más notables del último año es que gracias a las tareas de limpieza y descontaminación de la planta, los niveles de radiactividad ambiental han descendido de forma significativa.

Los 6.800 empleados que trabajan cada día en Fukushima Daiichi pueden hacerlo ahora sin necesidad de llevar una máscara facial completa en el 90 por ciento del área de las instalaciones nucleares, según datos de la propietaria, Tokyo Electric Power (TEPCO).

El hecho de llevar solo una mascarilla que cubre nariz y boca -además del obligatorio traje antirradiación- "les permite trabajar con menos calor, menos esfuerzo y comunicarse mejor entre ellos", según explica Juiichi Okamura, portavoz de la compañía eléctrica.

Cada empleado recibe una dosis mensual media de radiación de entre 0,5 y 0,6 milisieverts, según datos de TEPCO, y la empresa afirma que ningún trabajador ha alcanzado en los cuatro últimos años el límite anual de radiación acumulada de 50 milisieverts, fijado por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

A unos 100 metros de los reactores 1, 2 y 3 -los que resultaron más dañados por el tsunami-, los medidores de radiactividad alcanzan entre 70 y 100 microsieverts por hora (entre 0,07 y 0,1 milisieverts), mientras que cerca de ellos asciende a 170 microsieverts.

Además, los trabajadores disponen de un nuevo edificio dentro de la planta con habitaciones y zonas comunes donde pueden descansar o dormir, y de una cantina que sirve alimentos "producidos y cocinados en Fukushima" con el objetivo de "disipar los rumores de que la comida originaria de la prefectura es peligrosa".

Incluso una conocida franquicia minorista nipona ha abierto dentro del recinto nuclear un "combini", un pequeño supermercado donde se vende desde comida precocinada hasta ropa interior u otros productos de uso diario.

Hace dos años, aún se veían montañas de escombros esparcidas por la central, además tuberías, cables y amasijos de vigas retorcidas colgando de los reactores como vestigios del tsunami de marzo de 2011, y de las explosiones que se produjeron por los daños causados.

En un edificio próximo a la unidad número 3, una marca en la fachada a unos 10 metros de altura sobre el nivel del mar aún muestra hasta donde llegó la ola gigante que puso en jaque a la central nipona y causó la peor crisis nuclear desde de la de Chernóbil (Ucrania) en 1986.

Entre las obras recién terminadas, destaca el flamante encementado de todo el terreno de la planta para hacerlo impermeable a la lluvia y evitar así que el agua arrastre elementos radiactivos, se filtre al subsuelo y pueda ir a parar al Océano Pacífico.

A ello se suman una barrera marina frente a la central y un sistema de drenaje subterráneo, medidas con las que TEPCO ha logrado así frenar la acumulación de agua contaminada en la planta.

Cada día, TEPCO bombea 150 toneladas de agua con baja radiación del subsuelo, y se generan otras 150 toneladas de agua altamente radiactiva tras su uso para refrigerar los reactores dañados.

En la central hay instalados cerca de 800.000 tanques (cada uno con una capacidad de mil metros cúbicos) donde se almacena el agua con diferentes niveles de radiactividad, y se estima que hay capacidad máxima para unos 950.000 recipientes de este tipo.

Esta acumulación de liquido radiactivo es todavía uno de los grandes retos para los responsables de la planta y las autoridades niponas que siguen sin definir qué hacer con esta enorme cantidad de agua a largo plazo.

Por otra parte, TEPCO prevé comenzar hacia 2017 la retirada de combustible de los reactores 1 a 3, una tarea de alto riesgo y de elevada complejidad técnica, debido a las dosis mortíferas de radiación que se registran dentro de estas unidades, y que hasta la fecha nunca se ha llevado a cabo en estas condiciones.

El desmantelamiento de la central se alargará entre 30 y 40 años, y su coste total -añadiendo compensaciones a los evacuados por el accidente y otros gastos relacionados- ascenderá a entre 8 y 13 billones de yenes (64.200/104.000 millones de euros), según diferentes estimaciones de TEPCO y de expertos nipones independientes.