Hillary Clinton y Ted Cruz sueñan con que las primarias presidenciales lleguen a Texas, un estado en el que ambos son claros favoritos y en el que se reparten tantos delegados como en Iowa, Nuevo Hampshire y Carolina del Sur juntos.

Se trata del botín más preciado del "supermartes" electoral en Estados Unidos.

Cruz juega en casa y, tras ser sorprendente ganador en Iowa y tercero en Nuevo Hampshire, ha activado la maquinaria electoral que en 2012 lo llevó de Texas al Senado y con la que aspira a terminar el supermartes, cuando están en juego una decena de estados, como el único aspirante republicano capaz de batir al magnate Donald Trump.

El aparato del partido está con él: lo apoyan la mitad de los congresistas estatales - 43 representantes y 11 senadores y se espera que el actual gobernador, Greg Abbott, también lo apoye antes de la cita con las urnas del 1 de marzo.

"Estoy convencido de que ganaremos en Texas. La pregunta ahora es, ¿por cuánto?", expresó recientemente el vicegobernador, Dan Patrick, cercano, como Cruz, al ultraconservador Tea Party.

En la contienda republicana de Texas se reparten 155 delegados - más que los 133 de Iowa, Nuevo Hampshire, Carolina del Sur y Nevada juntos -, 108 de los cuales irán a los ganadores de pequeños distritos y el resto proporcionales al resultado estatal, por lo que un ganador claro puede salir doblemente reforzado.

De Jeb Bush, el otro texano en la contienda, se esperaba mucho y gracias a ello recaudó gran parte de su dinero de campaña entre los empresarios de Houston, pero su realidad en Texas y en el resto del país es que no levanta pasiones como sí lo hacen Trump y Cruz.

Aunque no hay nada que los texanos consideren más repulsivo que ser de Nueva York, Clinton (Nueva York, 1947) en cierto sentido juega también en casa.

La exprimera dama se adentró en la política precisamente en Texas durante la campaña presidencial de 1972. Ella y su marido, Bill Clinton, recorrieron parte del estado, puerta a puerta, registrando electores y tratando de convencerlos para que votaran por George McGovern y no por Richard Nixon.

Además, Clinton tiene una conexión especial con los latinos - cerca de un 40 % del estado -, que la llaman "La Hillary" .

"Ella vino a nuestros barrios a registrar a votantes en los años 70, cuando registrar a votantes latinos no estaba bien visto", afirmó la veterana política Leticia Van de Putte, un referente entre los hispanos de San Antonio, durante un acto en esa ciudad.

Pese a la abrumadora victoria de su rival, Bernie Sanders, en Nuevo Hampshire y el empate técnico en Iowa, resultados que lo han catapultado como alternativa seria, las encuestas en Texas dan un margen de treinta puntos a la exprimera dama.

Ese resultado sería decisivo teniendo en cuenta que los demócratas en Texas reparten 222 delegados y 30 superdelegados -15 de los cuales ya han mostrado su apoyo por Clinton y ninguno por Sanders-.

Los cuadros del partido la han apoyado en masa: tiene a su lado a la práctica totalidad de los cargos electos y agrupaciones como Tejano Democrats, además de a Julián Castro, el principal dirigente latino demócrata del país.

Con Sanders tan solo está la congresista estatal Marisa Márquez, de El Paso, quien aún confía en que su mensaje pueda calar en los electores, sobre todo ahora que la contienda es un tú a tú.

La campaña de Sanders aterrizó en Texas hace meses y tiene siete oficinas en el estado, pero sus posibilidades parecen limitadas más allá de Austin, la capital y un feudo paradójicamente progresista en el corazón del ultraconservadurismo.

"No se trata tan solo de ganar o perder. El margen por el que ganemos o perdamos también importa", afirmó el director de la campaña de Sanders en Texas, Jacob Limon, en un correo electrónico a sus seguidores, evidenciando que el objetivo es, en realidad, evitar que Clinton arrase.