El primer contacto de miles de refugiados con la Europa rica es un abarrotado centro de acogida en las afueras de Viena, donde la desorganización de las autoridades les obliga dormir al raso, en pequeñas tiendas de campaña o bajo árboles y arbustos.

"Sabía que en Europa las cosas no iban a ser fáciles, pero llevo durmiendo con mi familia en una tienda de campaña desde hace 15 días, sólo quiero un techo y una oportunidad", explica Abdalá, que huyó de la ciudad siria de Homs por la destrucción de la guerra.

Traiskirchen es el principal centro de acogida en Austria y los recién llegados esperan allí hasta ser trasladados a otros municipios.

Abdalá está acompañado de su esposa Mufida, y dos niños de tres y cinco años, que comparten la tienda de campaña, con temperaturas de más de 30 grados y repentinas tormentas veraniegas.

Al igual que esta pareja, que regentaban un negocio familiar de telas en su ciudad de origen, la impresión es que muchas de las familias sirias en ese centro son de clase media.

"Muchos de los refugiados, sobre todo los sirios, no eran precisamente pobres, sino con posibilidades, gente de clase media", explica Ruth Schöffl, de la oficina de Acnur en Austria.

"Han aguantado en el país mientras han podido y han salido dejando atrás una posición relativamente cómoda", agrega.

Médicos sin Fronteras (MSF) denunció esta semana, tras visitar el centro, una "emergencia humana" con condiciones "perjudiciales para la salud" para los más de 3.000 internos.

Este antiguo cuartel militar, construido en la época del Imperio Austro-Húngaro, tiene una capacidad oficial para 1.800 personas, la mitad de lo que suele acoger desde hace semanas.

Los refugiados con suficiente dinero se han comprado tiendas de campaña en los comercios del pueblo. Pero en el caso de la familia de Ahmed, también sirios, fue una vecina la que les donó una.

"Soñábamos con llegar a Europa", confiesa, "pero no con estar semanas en este lugar".

En su informe, MSF asegura que "las condiciones de acogida no solo violan los derechos, sino también la dignidad de las personas".

Las principales quejas son el mal estado de las instalaciones y la deficiente asistencia sanitaria, con expertos de MSF que afirman que hubo varios partos y abortos al aire libre.

El Ministerio del Interior no suele permitir la entrada al campo a los medios de comunicación, y la empresa suiza que lo gestiona minimiza las deficiencias.

Amnistía Internacional (AI) ha calificado de "escandalosa" la situación, mientras que Acnur la definió como "catastrófica".

Schöffl matiza que la situación ha mejorado algo en los últimos días, aunque sigue muy por debajo del mínimo exigible para un país con una renta per capita de unos 40.000 dólares anuales.

Ante esta situación, muchos ciudadanos comunes se han organizado para llevar ropa, calzado, juguetes y productos higiénicos de primera necesidad a los refugiados.

Christoph, un estudiante de 26 años, que trabaja como voluntario y reparte productos para mujeres embarazadas y niños pequeños, no se explica cómo su país no puede cubrir las necesidades básicas de unos pocos miles de refugiados.

"Es vergonzoso que vengan mujeres pidiendo leche en polvo para sus bebés porque no lo obtienen dentro del centro", lamenta.

"La única explicación que encuentro es que las autoridades quieren propagar la mala imagen de la situación aquí para que los refugiados vayan a otros países", reflexiona.

Durante meses, numerosos ayuntamientos se negaron a acoger a solicitantes de asilo, lo que generó un cuello de botella en Traiskirchen, que llegó a tener más de 4.000 personas.

Pero este mes, el Gobierno formado por socialdemócratas y conservadores aprobó junto a los Verdes una ley de rango constitucional para forzar a los municipios con más de 2.500 habitantes a acoger refugiados, con una cuota máxima del 1,5 por ciento de la población local.

Austria recibió más de 28.000 solicitudes de asilo en el primer semestre, mas que en todo 2014, y el Gobierno calcula que en todo el año ascenderán a unos 80.000, lo que situaría al país como uno de los mayores receptores de refugiados per cápita de Europa.

La oleada de llegadas coincide con un fuerte aumento de la popularidad del ultraderechista Partido Liberal de Austria (FPÖ), que aboga por medidas de mano dura frente a la inmigración.

Una reciente encuesta otorga al FPÖ el 31 % en intención de voto, muy por delante de conservadores (23 %) y socialdemócratas (22 %).

"En el debate político todo gira en torno a números, pero si vienes aquí, ves que los refugiados son personas que lo han perdido todo y quieren rehacer su vida", afirma Katharina, una estudiante que llevó donativos a los recién llegados.