El Gobierno paraguayo, apremiado por industriales, grandes supermercados y sus propias pérdidas tributarias, intenta poner coto al tradicional contrabando en las fronteras con Argentina y Brasil, que se ha exacerbado con la caída del peso argentino frente al guaraní.

Cientos de personas cada día cargan sobre su espalda enormes paquetes de tela con productos al atravesar el control fronterizo que separa la ciudad argentina de Clorinda con la paraguaya Puerto Falcón, cercana a Asunción.

Aceites, frutas, verduras, azúcar e incluso carne llegan así a los mercados de la capital a un precio tres veces menor, aproximadamente, a su valor en los grandes supermercados.

Los productos traídos de forma ilegal están tan mezclados entre los autorizados que hasta el Estado paraguayo compra mercancía de contrabando para las Fuerzas Armadas o las escuelas, según reconoció esta semana el viceministro de Comercio, Pablo Cuevas.

Amparado bajo el "régimen de pacotilla", como es conocida en Paraguay la ley que rige la compra a pequeña escala en los países vecinos para consumo exclusivo en la zona fronteriza, el contrabando se ha convertido en el modo de vida de muchas personas y en el escape para reducir gastos de miles de familias.

"¿Vas a pedir el gas a la gasolinera? Mejor que vayas a Clorinda y de paso te traes queso y vino", dijo un informático paraguayo, padre de familia.

Y es que las garrafas de diez kilos de gas de uso doméstico cuestan en Argentina unos 4,5 dólares mientras que en Paraguay se venden a 80.000 guaraníes (unos 18 dólares), un ahorro nada desdeñable en un país donde el salario mínimo es de 1,6 millones de guaraníes (unos 370 dólares).

Según el Estimador Cifra de Negocios, organismo dependiente del Banco Central de Paraguay, las ventas de gas de las empresas paraguayas bajaron en noviembre un 30,8 % por quinto mes consecutivo, mientras que el sector cifra la caída en un 50 %.

El contrabando no es nada nuevo en Paraguay, país al que también entran los brasileños para sus compras.

El lugar tradicional es Ciudad del Este, donde encuentran teléfonos celulares, computadoras y otros cachivaches electrónicos llegados de China en contenedores que la aduana no controla a precios muy inferiores que en la brasileña Foz de Iguacu.

La novedad reciente es la fortaleza del guaraní frente a la devaluación del peso argentino, que abarata los bienes del país vecino, según el Banco Central.

El presidente paraguayo, el acaudalado empresario Horacio Cartes, ha impulsado la operación policial y militar "Hendy" para controlar la entrada de mercancías a pequeña escala.

Hasta el 4 de diciembre el Gobierno decomisó productos por valor de 13.000 millones de guaraníes (unos 2,9 millones de dólares), una cantidad "inédita", según las autoridades.

El operativo, sumado a declaraciones del Gobierno sobre cambios en el sistema de la "pacotilla", provocó la ira de los "paseros" paraguayos del barrio de Itá Enramada, en la ciudad de Lambaré, aledaña a Asunción, por donde estos comerciantes atraviesan el río Paraguay para llegar a Clorinda.

Durante esta semana los "paseros" cortaron accesos a las ciudades fronterizas y se enfrentaron a la Policía antidisturbios.

Al final el Gobierno alcanzó un acuerdo con ellos para formalizar el contrabando al imponerles un tributo del 10 por ciento sobre el valor de los productos que introducen en Paraguay, cuyo máximo de compra es de 2.500 dólares por mes.

El propio Cartes dijo que "es más barato" pagar impuestos que "las extorsiones que a veces piden las autoridades" fronterizas.

Se mantuvo inalterado el "régimen de pacotilla", que autoriza a importar a cada particular bienes por hasta 150 dólares sin pagar impuestos y prohíbe su comercialización.

El presidente de la Asociación de Industriales Domisanitarios y Afines de Paraguay, Esteban Morábito, dijo que su sector está "muy golpeado por el contrabando".

"Pero contrabando no es solo minorista, sino también los convoyes de camiones que pasan sin control frente a la aduana. Esas 600 toneladas de azúcar incautadas recientemente no vinieron a través de los paseros", explicó Morábito.

Al asunceno no le hace falta cruzar la frontera para conseguir productos más baratos, pues en las calles aledañas a su supermercado habitual encuentra a decenas de vendedores ambulantes con precios mucho más atractivos.