El turismo en Kenia ha recibido un potente zarpazo, pero no de los felinos autóctonos que con tanto ahínco promociona el sector, sino de los integristas islámicos de Al Shabab, quienes asaltaron un lujoso centro comercial de Nairobi frecuentado por extranjeros y causaron al menos 74 muertos.

"Hemos tenido cancelaciones", confirma a Efe, sin precisar cifras, José Serrano, propietario del exclusivo "Enkewa Mara Camp", en la reserva natural de Maasai Mara, la más conocida de este país africano.

"También nos han escrito clientes con algunas dudas", apunta Serrano, quien opina que estos sucesos se magnifican desde la distancia y no cree que el riesgo persista.

Patricia Santamaría, una fisioterapeuta española que planeaba su futura luna de miel el julio próximo en Kenia, ahora tiene ciertas reticencias: "hemos dejado el destino en el aire, ya que aún falta tiempo... pero es cierto que al ver lo del asalto nos da un poco más de miedo".

Aunque hace falta que pase más tiempo para evaluar el daño real, el Ministerio keniano de Turismo se ha aventurado a afirmar que este sector, uno de los más boyantes del país, apenas se ha visto perjudicado.

"Ha habido un número mínimo de cancelaciones", indicó cinco días después del inicio del atentado el secretario de Estado keniano de Comercio y Turismo, Ibrahim Mohamed, en declaraciones recogidas por el diario local The Standard.

Por su parte, el jefe de cambio del Banco Nacional de Kenia, Christopher Muiga, aseguró que "el lunes (en referencia al 23 de septiembre, dos días después del inicio del atentado) el chelín se debilitó un poco, consecuencia del ataque, pero se ha fortalecido hoy (el miércoles 25)".

"A corto plazo no podemos ver el efecto real del ataque en la economía, pero estamos haciendo un seguimiento del impacto a largo plazo", apuntó, más prudente, Muiga.

Para la agencia de calificación de riesgos Moody''s, las pérdidas que puede provocar el ataque se calculan entre 200 y 250 millones de dólares (entre 147 y 183 millones de euros), a lo que seguramente contribuyan las advertencias de seguridad para los viajeros emitidas por gobiernos como el de Estados Unidos.

Y se trata de un sector que genera en torno al 15 por ciento del Producto Interior Bruto keniano.

Sin embargo, ninguna de esas fuentes parece contemplar uno de los lados ocultos del asunto: Al Shabab ha estado diezmando la fauna keniana para financiarse con la venta de cuernos de rinoceronte y colmillos de elefante.

Según la ONG Elephant Action Group, el tráfico de marfil a través de Kenia "podría estar suministrando (a Al Shabab) un 40 por ciento de los fondos necesarios para mantenerlos en activo".

"Un cálculo rápido -continúa la ONG, que realizó una amplia investigación- sitúa la renta mensual de Al Shabab gracias al marfil entre 200.000 y 600.000 dólares. Para mantener un Ejército de 5.000 personas, a 300 dólares cada uno, harían falta 1,5 millones al mes, de los que el comercio de marfil aporta una buena tajada".

Así, Al Shabab no solo habría atemorizado a los potenciales visitantes al país de los safaris con el brutal atentado, sino que estaría afectando al negocio de forma indirecta al masacrar a sus animales -uno de los mayores atractivos turísticos del país-, y se estaría lucrando con ello.

Para el empresario británico Richard Branson, fundador el grupo Virgin, lo necesario ahora es apoyar al país y no huir despavoridos: "el daño recibido no se tiene que multiplicar por los países que emitan restricciones de viaje".

"Si un ataque terrorista sucede en EEUU o el Reino Unido, los gobiernos y la gente los apoyan al cien por cien (...) ¿Por qué debería de ser distinto en Kenia?", señala en la página web de Virgin.

El empresario concluye con comentario quizá interesado: "Yo mismo planeo visitar Kenia en los próximos meses, y estoy deseando ver ese maravilloso país y a su gente".

Falta por ver si alguno de los terroristas anda suelto -y el efecto que eso tendría-, ya que a pesar de que el Gobierno lo ha negado en repetidas ocasiones, varios testigos aseguran que los asaltantes escaparon del centro comercial bien cambiándose la ropa con alguna víctima o bien a través de un túnel subterráneo.