La India no se preguntaba si se convertiría en una superpotencia sino cuándo ante un futuro que se presentaba lleno de promesas: unas expectativas que ahora se disipan ante el enfriamiento de la economía y la caída de la rupia.

El crecimiento del país asiático se ralentizó al 4,4 % en el segundo trimestre del año, el ritmo trimestral más bajo desde 2009, y lejos del 9,5 % del mismo periodo de 2010.

Ese mismo año el presidente estadounidense, Barak Obama, y el primer ministro británico, David Cameron, trataban de seducir a la India en visitas llenas de grandes alabanzas: buscaban compartir la prosperidad de un país que planeaba inversiones millonarias en infraestructuras y armamento, entre otros sectores.

Mientras Occidente se hundía en la mayor crisis económica en décadas y el futuro europeo y estadounidense se oscurecía, la India se enfrentaba a un futuro brillante tras dos décadas creciendo a una media de 7 %, solo por detrás de China.

Pero la conversación nacional de la India ha pasado de discutir el futuro con optimismo a recordar el pasado con pesimismo.

El enfriamiento de la economía ha revivido la crisis de 1991 cuando el país asiático contaba con solo dos semanas de reservas de dólares y se vio obligado a abrir su economía a cambio de créditos del Fondo Monetario Internacional.

Las circunstancias de la India son más sólidas que en los años 90, algo que el primer ministro Manmohan Singh se apresuró a recordar en el Parlamento cuando afirmó recientemente que el país tiene reservas de dólares para seis meses.

Pero la tercera economía asiática -tras China y Japón- se enfrenta a su peor situación económica en dos décadas.

La rupia ha registrado continuos mínimos históricos frente al dólar en los últimos meses -ha llegado a perder un 20 % desde enero-, lo que ha empujado al déficit por cuenta corriente al 4,8 % y la inflación al 5,8 %.

La caída de su divisa es en parte consecuencia de la decisión de la Reserva Federal de poner fin al plan de estímulo monetario con la compra de Bonos del Tesoro, medida que ha llevado a los inversores a retirarse de las economías emergentes.

Esta medida también ha perjudicado a otras economías emergentes como Indonesia y Brasil, cuyas divisas también se han devaluado en los últimos meses.

Pero la pérdida de valor de la rupia, la moneda que más se ha depreciado frente al dólar, también refleja desconfianza en una economía que ha pasado de crecer a un 8 % de media en la última década a un 5 % en el último año fiscal que acabó en marzo de 2013.

La ralentización de la economía se explica con la caída de las manufacturas y el estancamiento de la industria y solo crece la agricultura, que representa menos de un 20 % del Producto Interior Bruto.

Algunos analistas señalan a Singh, padre de las reformas económicas de 1991 como ministro de Finanzas, por no tomar medidas liberalizadoras, no mejorar las terribles infraestructuras y llevar a cabo caros proyectos sociales.

"El Gobierno de Singh no ha aprovechado buena parte de la última década para asentar las bases para el crecimiento futuro", dijo el analista Nitin Pai, quien añadió que "los problemas de la economía india son locales".

Las indecisiones del Gobierno también han creado incertidumbre en torno al país asiático.

Hace dos años la India permitió la inversión exterior en supermercados y grandes superficies, una decisión que esperaban empresas como Walmart e Ikea.

El Gobierno revocó la medida para poco después volver a dar el visto bueno pero exigió a las compañías inversiones en infraestructuras y que un 30 % de sus productos fuesen locales.

A día de hoy ninguna multinacional del sector minorista está presente en la India, que esperaba que éstas modernizasen la infraestructura y la agricultura, de la que todavía depende dos tercios de los 1.200 millones de indios.

Y es que el crecimiento ha creado poco empleo en el país, que no ha seguido el modelo de producir manufacturas para la exportación como otros países asiáticos cuando salían de la pobreza como Corea del Sur, Japón o China.