El anuncio del presidente portugués, Anibal Cavaco Silva, de no querer derribar al Gobierno no ha tranquilizado a las filas socialistas, inquietas por la posible reelección, el domingo, del líder conservador.

El candidato socialista a las elecciones presidenciales, Manuel Alegre, volvió a cargar hoy contra el jefe de Estado, al que acusó de aliarse con el "miedo", preparar la caída del Ejecutivo y extralimitarse en el papel moderador que le corresponde.

Entretanto, Cavaco pidió una victoria en primera vuelta para ahorrar gastos e inestabilidad al país, que los mercados mantienen en la mira de un posible rescate financiero.

Los socialistas censuran que el presidente conservador se haya "inmiscuido" en las tareas del Ejecutivo y favorezca a su propio partido, el Social Demócrata (PSD, principal de la oposición), que amenaza con pedir elecciones legislativas anticipadas si Lisboa tiene que recurrir a la ayuda externa.

Cavaco aseguró anoche, en un acto de campaña, que no tiene interés en usar la "bomba atómica", en alusión a la facultad que le otorga la Constitución para disolver el Parlamento y forzar la elección de primer ministro.

Pero en el partido de Gobierno no se oculta el temor a que el PSD se lance al asalto del poder e intente aprovechar, con la ayuda del jefe de Estado, la ventaja que le otorgan ahora las encuestas en medio del desgaste del Gobierno a causa de la crisis económica.

El primer ministro luso, José Sócrates, que fue reelegido el año pasado pero sin mayoría absoluta, estaba blindado hasta ahora en el cargo por la imposibilidad de que el jefe de Estado saliente pudiera disolver el Parlamento.

Pero cuando el próximo jefe de Estado -otra vez Cavaco según todas las encuestas- sea investido en marzo, el Gobierno, que tiene en su contra a todas las fuerzas parlamentarias (dos marxistas y una conservadora, además del PSD), puede ser derribado.

En los últimos meses, los presupuestos del Estado y las drásticas medidas económicas adoptadas por Sócrates para reducir el déficit público y calmar la presión de los mercados, fueron aprobadas en el Parlamento gracias a la abstención del PSD, que ya ha anunciado que no está dispuesto a apoyar en el futuro al Gobierno.

Los enfrentamientos entre los dos grandes partidos lusos, que se han turnado en el poder durante treinta años de democracia, se han exacerbado con la campaña de las elecciones presidenciales y del entendimiento inicial entre Cavaco y Sócrates parece quedar muy poco tras cinco años de cohabitación.

El primer ministro, molesto por las referencias del presidente a la difícil situación económica y social del país y la desconfianza de los acreedores, afirmó en el último mitin de Alegre que Portugal necesita un jefe de Estado que abone la estabilidad y la unidad nacional y no la crisis y la desconfianza.

También desde el Ejecutivo se ha advertido públicamente que no se permitirá que el próximo presidente se entrometa en los asuntos del Gobierno, aunque Cavaco ha respondido que mantendrá su papel "moderador" y se esforzará por que Portugal se marque un rumbo y lo mantenga.

El jefe de Estado, que también fue primer ministro entre 1985 y 1995 y es el favorito de todas las encuestas para ganar las elecciones en primera vuelta, se quejó hoy de que Portugal está asfixiado por una deuda externa gigantesca y por el desempleo, que componen una situación "casi explosiva".

Alegre, que apenas tiene la mitad del respaldo atribuido al presidente e intenta disputar con él una segunda vuelta, le respondió acusándole de aliarse con el desaliento y asustar al país con una crisis que él mismo "provocaría" al disolver el Parlamento.

Además del actual jefe de Estado y el dirigente del ala izquierda socialista, cuya candidatura apoya también el marxista Bloque de Izquierda, la cuarta fuerza legislativa, concurren a las elecciones del domingo cuatro candidatos independientes sin posibilidad de llegar al cargo pero que captan, según los sondeos, un 15 % de votos.